Human Ecology Fund, la misión de lavado de cerebro de la CIA

La pandemia de Covid y la guerra de Ucrania han allanado definitivamente el camino a las guerras cognitivas, un arte de guerra destinado a perdurar debido a la concomitancia de ciertos factores globales, sociales y tecnológicos.

En la guerra cognitiva, todo es o puede ser un arma: desde un canal de Telegram hasta un grupo de Facebook. Y el objetivo es único: la mente. O mejor dicho, el dominio de la mente. La ciencia ficción se vueve realidad: neuroarmas, tecnología menticida (N.delT:  Debilitamiento sistemático e intencional de la mente consciente de una persona), “candidatos manchurianos” (N.delT: “programados para ataques asesinos”). Desestabilización de sociedades enteras a través de “influencers”, plataformas sociales, blogs, ejércitos de troles y mensajería instantánea.

Los orígenes de las guerras cognitivas se remontan a una época concreta, la Guerra Fría, de la que es necesario hablar y en la que hay que remontarse para comprenderlas. Porque las técnicas, tácticas y conocimientos de los neuroestrategas actuales no son más que el fruto de acontecimientos de ayer, como elproyecto MKULTRA, los experimentos de Montreal, los estudios de Kurt Plötner, Sidney Gottlieb, William Sargant y Donald Cameron, y las investigaciones del Human Ecology Fund..

El contexto histórico

No se puede entender completamente la lógica del Human Ecology Fund, una investigación sobre el funcionamiento de la mente humana financiada por la Agencia Central de Inteligencia, sin reconstruir el contexto histórico.

Era la década de 1960, el enfrentamiento con la Unión Soviética había alcanzado su punto álgido y Estados Unidos, presa al miedo de los rojos, temía la propaganda invisible del enemigo y está convencido de que hay quintas columnas por todas partes: desde el Pentágono hasta Hollywood. La sociedad estaba en ebullición, la próxima explosión de movimientos contraculturales estaba en el aire y en las salas de control se discutía la manera de convertir el reto del cambio social en curso en una oportunidad.

Fue en el contexto de las tensiones interraciales, las máximas manifestaciones pacifistas y la violencia política de los turbulentos años sesenta cuando la Casa Blanca delegó en Langley la tarea de encontrar una solución a la infiltración de propaganda soviética en Estados Unidos. Una solución que los psicoguerreros de la CIA trataron de encontrar en el emergente campo de los estudios cognitivos.

Ecología humana o ingeniería social

Poco se sabe de este  “Fondo de Ecología Humana”, uno de los programas más secretos de la CIA hasta la fecha. Fechas, nombres, cifras… todo sigue siendo un misterio. Y eso, por supuesto, ha alimentado las teorías conspirativas.

El HEF se fundó en 1955, con el nombre de Society for the Investigation of Human Ecology, en el seno del Departamento de psiquiatría de la Universidad de Cornell. El neurólogo Harold Wolff dirigía esta entidad, que oficialmente se centraba en el estudio de las técnicas de interrogatorio persuasivas.

En 1957, tras sólo dos años, Wolff fue destituido de su cargo y sustituido por James Monroe, un militar con experiencia en guerra psicológica, y Carl Rogers, uno de los psicólogos más eminentes de la época. Langley, en particular, estaba interesado en una aplicación militar de las teorías de Rogers sobre la terapia no directiva.

Habría sido posible hacer que la gente actuara contra su voluntad, por ejemplo revelando secretos sin darse cuenta y sin necesidad de duros interrogatorios. Los psicoguerreros del HEF estaban convencidos de ello. Y la CIA leía sus informes periódicos con optimismo, de ahí la decisión de ampliar los colaboradores del HEF -desde la Oficina de Investigación Naval hasta el Fondo Geeschickter para la investigación médica- y de extender el alcance de las investigaciones -desde la simple psicología hasta el uso de narcóticos y psicodélicos, incluida la dietilamida del ácido lisérgico (LSD).

Los resultados

En un momento dado, en el apogeo de la investigación, el destino del HEF se enmarañó con el infame Allen Memorial Institute de la Universidad McGill, escenario de experimentos concomitantes de lavado de cerebro llevados a cabo en Montreal como parte de otro proyecto mental de la CIA: MKULTRA. Con resultados respetables.

En los laboratorios del HEF, que a menudo coinciden con las celdas de instituciones psiquiátricas, se pusieron a prueba, se llevaron al extremo y se superaron las teorías sobre ingeniería social y manipulación mental. Pacientes catatónicos vueltos a la normalidad. Pacientes sanos reducidos a la catatonia. Experimentos sobre bombardeo psicológico, resistencia al estrés, orientación psíquica y modificación del comportamiento. Todo en nombre de la lucha contra el comunismo.

A pesar de los éxitos pregonados por los neurólogos y psicólogos del HEF, la CIA habría ordenado la interrupción de las obras en 1965. Tal vez para fundirlos en el caldero de MKULTRA. O tal vez para continuar sus investigaciones en el mayor secreto, bajo la cobertura del fin de las operaciones.

Emanuel Pietrobon