Cómo los británicos inventaron el Comunismo (Y culparon a los Judíos)

Robert Poe narra la historia no contada de Karl Marx, León Trotsky, el MI6 y la Revolución Rusa. ¿Fue falsa la revolución bolchevique? ¿Fue el golpe de Lenin de 1917 poco más que una “revolución de color”, un montaje orquestado por servicios de inteligencia extranjeros? Pruebas contundentes sugieren que sí. En la década de 1920, destacados exiliados rusos acusaron a Gran Bretaña de tramar la caída del zar. George Buchanan, embajador británico en Rusia de 1910 a 1918, dedicó 16 páginas de sus memorias de 1923 a negar esta acusación. Pero la acusación era cierta. Los servicios secretos británicos habían desestabilizado Rusia, como antes habían desestabilizado Francia en 1789. Aunque el zar era técnicamente aliado de Gran Bretaña en la Primera Guerra Mundial, las élites británicas temían que una Rusia victoriosa amenazara el dominio mundial de Gran Bretaña. El bolchevismo aportó la solución, demoliendo el otrora poderoso imperio del zar y sumiendo a Rusia en el caos y la guerra civil. Para encubrir el protagonismo británico de la operación, bajo órdenes de la red de inteligencia de la aristocracia anglo-veneciana, Churchill culpó de todo a una “conspiración mundial” de judíos. En realidad, los británicos infiltraron a los bolcheviques y los convirtieron en sus armas, como antes habían hecho con el movimiento jacobino contra Luis XVI. El cosmopolitismo impulsado por los “jacobinos ingleses” y transferido a Francia resultó ser poco más que una cortina de humo para los intereses imperiales británicos. Los clubes jacobinos dieron origen a Marat, Danton y Robespierre, lo que finalmente condujo al Reino del Terror y al asesinato del rey Luis XVI. Estos clubes también dieron lugar a una nueva ideología que se conoce como comunismo. “El término ‘comunismo’ en la Francia de la década de 1840 denotaba una rama de la tradición jacobina de la primera revolución francesa”, escribió el historiador marxista David Fernbach en 1973. “Este comunismo se remonta a la Conspiración de los Iguales de Gracchus Babeuf”, que ya sacudía París más de 20 años antes de que naciera Marx. Babeuf derivó muchas de sus ideas de mentores británicos, al menos algunos de los cuales eran agentes de inteligencia británicos. Marx y Engels llamaron a Babeuf “el primer comunista moderno”. La alianza entre Marx y el aristócrata escocés David Urquhart ha confundido a los historiadores durante generaciones. Marx era comunista y Urquhart un archirreaccionario que pedía abiertamente la restauración del sistema feudal. ¿Qué los unía? ¿Qué podrían haber tenido en común? Robert Poe argumenta que lo que unió a Marx y Urquhart fue su odio mutuo hacia la clase media (la “burguesía”). El verdadero poder en el mundo de hoy, insistió Marx, ya no era el señor feudal, sino el empresario burgués, que supuestamente había derrocado a los aristócratas en una serie de revoluciones burguesas. Marx tenía conexiones familiares con la aristocracia británica. Es por eso que ahora se nos pide que creamos que los empresarios dizque “hechos a sí mismos” como Bill Gates, Jeff Bezos y Elon Musk son los hombres más ricos y poderosos de la Tierra. En realidad, la riqueza se oculta rutinariamente en fideicomisos extraterritoriales, debajo de capas de corporaciones ficticias, donde no se puede rastrear. De hecho, hay indicios, contrarios a la teoría de la revolución burguesa de Marx, de que ciertas familias aristocráticas lograron sobrevivir a la Revolución Industrial con su riqueza y poder intactos y aprendieron a prosperar en el nuevo sistema, viviendo tranquilamente en sus palacetes mientras los cortesanos —muchos de los cuales son judíos— atraen los reflectores como parte de una operación de expiación.