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Ludd, Hipermodernidad y neototalitarismo en tiempos de COVID-19

Ludd, Hipermodernidad y neototalitarismo en tiempos de COVID-19  
 
Hace poco más de un siglo, allá por el año 1811 y durante los cinco años posteriores, Inglaterra fue el escenario de una potente revuelta social conocida como la Rebelión de los Luditas —en alusión a su protagonista epónimo Ned Ludd— que destruyó parte de la novedosa maquinaria textil cuya instalación eliminaba puestos de trabajo y condenaba a la miseria parte de la población. Miles de soldados fueron necesarios para aplacar la insurgencia que, lejos de obedecer a motivaciones tecnofóbicas, se enmarcaba en el ámbito laboral y pretendía oponerse a las consecuencias más lesivas de los “progresos” de la explotación capitalista.
Hoy resulta imprescindible “reinventar” ese tipo de revuelta, desplazándola desde el ámbito de las reivindicaciones meramente económicas al ámbito, más directamente político, de las luchas por la libertad y contra el totalitarismo de nuevo cuño que se está instalando desde hace ya algún tiempo, y que encuentra en la presente crisis de la COVID-19 abundante carburante para acelerar su desarrollo.

Desplazarla del ámbito económico no implica desestimar al capitalismo como enemigo principal porque el totalitarismo de nuevo tipo al que hago referencia constituye una pieza absolutamente fundamental de la nueva era capitalista alumbrada por esa enorme innovación tecnológica que fue, y que sigue siendo, la revolución digital.

Al igual que ocurrió con la Rebelión de los Luditas, tampoco esta imprescindible revuelta descansa sobre motivaciones tecnófobas, sino que tiene la reivindicación de libertad y de autonomía como principal acicate, desde la clara conciencia de que, si no conseguimos parar los avances del nuevo totalitarismo, las posibilidades de lucha y de resistencia contra la dominación y la explotación quedarán, o bien anuladas, o bien reducidas a la insignificancia.

Resulta superfluo relatar aquí el conjunto de instrumentos y de procedimientos de vigilancia que ya están funcionando a gran escala, o que se están empezando a implementar; la información al respecto es abundante y esta al alcance de todos. También resulta prescindible el relato de las luchas que se desarrollan frente a la expansión y a la generalización del control social. Estas son bien conocidas y van desde las actuaciones de los hackers, hasta los sabotajes de las antenas 5G, pasando por las prácticas de dejar el móvil en casa y de desengancharse de su uso, hasta las actividades más colectivas que consisten en construir redes locales y comunitarias.

Sin embargo, sí me parece conveniente recalcar la continuidad que subyace en los cambios experimentados por el sistema económico, al menos en occidente, desde que la razón científica fue creando las condiciones para que las técnicas, en manos de productores y de artesanos, se transformasen en tecnologías cuyo uso sobrepasaba el tamaño y las capacidades de las entidades locales y se integraba tanto en el sistema productivo a mayor escala como en las estructuras de poder estatales.

Es esa estrecha vinculación entre razón científica, tecnologías y estructuras de poder, económicas y políticas la que corre a través de toda la historia de la Modernidad y del capitalismo y la que da cuenta de esa Hipermodernidad donde la revolución digital fortalece la vinculación entre las tres entidades que he mencionado. Eso impulsa una transformación del capitalismo, convertido ahora en un capitalismo digital y en un capitalismo de la vigilancia, que avanza hacia un totalitarismo de nuevo tipo en la esfera política. A diferencia de anteriores regímenes totalitarios son los propios sujetos quienes proporcionan constantemente, mediante todos y cada uno de sus comportamientos, los elementos que posibilitan su sujeción integral. Es su propia vida la que nutre los dispositivos de control y de normalización en un entorno sin exterioridad que no tiene la represión sino la incitación como primera herramienta.

La COVID-19 ha venido a dar alas al desarrollo de sofisticadas medidas de control social gracias a la demanda de bioseguridad suscitada por el temor de la población ante los riesgos biológicos. Lo ocurrido desde la declaración de pandemia y posterior decreto de excepción, concretado en el Estado español en la fórmula de estado de alarma, deja pocas dudas a que buena parte de las personas no solo no se opondrían, sino que aceptarían de buen grado ser vigiladas y someterse voluntariamente al imperativo de autovigilarse para prevenir la enfermedad.

Este coronavirus anticipa, asimismo, la más que probable sucesión de nuevas pandemias de parecido o mayor peligro. Sin duda, el riesgo biológico forma parte de la propia condición humana, aunque su probabilidad de acontecer y sus consecuencias se ven favorecidas por las actuales condiciones de vida. Enormes aglomeraciones humanas hacinadas en ciudades gigantescas, una globalización que propicia constantes y veloces intercambios mercantiles a nivel planetario, medios de transporte que favorecen incesantes flujos poblacionales, reducción de las inversiones en los servicios sanitarios públicos y, por supuesto, degradación medioambiental.

Vale la pena subrayar que el último de los factores que he citado es tan solo uno más y, probablemente, no el más importante entre los que favorecen las pandemias. Eso no quiere decir que no haya que luchar contra los riesgos medioambientales, pero la excesiva focalización sobre ellos puede contribuir a enmascarar la mayor y más inmediata amenaza ligada al riesgo biológico, y desviar la atención de los avances del neo-totalitarismo obviando que, si no logramos parar la amenaza totalitaria que toma impulso en las amenazas biológicas, ni siquiera podremos seguir luchando contra la degradación del planeta.

Han transcurrido ya unos cuarenta años desde que Michel Foucault avanzó el concepto de biopoder para caracterizar la nueva modalidad de gubernamentalidad articulada por el neoliberalismo, y parece que la gestión de la vida, la bioseguridad, y el control de las poblaciones a los que entonces se refirió han pasado a ocupar un lugar preferente en la agenda del capitalismo digital propio de nuestra Hipermodernidad.

El nuevo totalitarismo tiene a su disposición todo el arsenal de control social proporcionado por la tecnología digital, a la vez que esa misma tecnología le abre el inmenso campo de la ingeniería genética. Si relacionamos riesgos biológicos, biopoder, capitalismo digital, biotecnologías y neo-totalitarismo resulta fácil intuir que uno de los efectos de las pandemias consistirá en predisponer las poblaciones a aceptar, más pronto que tarde, la intervención biogenética para hacernos “resistentes” a los coronavirus y otras plagas víricas. Eso no ocurrirá mañana, claro, sino en un lejano futuro distópico donde el transhumanismo posibilitará la modificación “racional” de la especie humana. He dicho “lejano”, sin embargo, al ritmo al cual van las cosas, ese futuro quizás no se haga esperar si no conseguimos torcer el rumbo.

Por suerte, la larga historia de la humanidad nos enseña que siempre han permanecido bolsas de resistencia y energías insumisas que han sabido promover prácticas de libertad hasta en las situaciones mas inhóspitas. Son esas prácticas y las luchas que alientan las que permiten albergar cierto optimismo… a pesar de todo.

Tomás Ibáñez

El buque de los necios

EL BUQUE DE LOS NECIOS.
Una parábola políticamente incorrecta.

Érase una vez un capitán y sus oficiales que se volvieron tan presumidos, tan llenos de arrogancia y tan pagados de sí mismos, que se volvieron locos.
Pusieron rumbo al Norte hasta encontrarse con icebergs y témpanos peligrosos y, a pesar de ello, mantenían la misma dirección adentrándose cada vez más en las gélidas y temibles aguas, únicamente para darse el gusto de demostrar su pericia en tan temeraria navegación.
Como quiera que el barco se acercaba más y más al Norte, los pasajeros y la tripulación mostraban cada vez mayor inquietud, y comenzaron a debatir entre ellos y a quejarse de sus condiciones de vida.
-¡Que me zurzan si este no es el peor viaje que he realizado en mi larga vida de marino! La cubierta está resbaladiza por el hielo; cuando estoy de vigía, el viento helado me introduce el frío hasta los huesos; cada vez que tengo que arriar velas, se me congelan los dedos, y todo por cinco miserables chelines al mes.
-¡Tú te crees que estás mal! ¿verdad? ¡Yo por el frío no puedo ni dormir ya que en este barco a nosotras no nos dan las mismas mantas que a los hombres! -le espetó una pasajera. ¡Es una injusticia!
Un marinero mejicano exclamó: -¡Hijo de la gran chingada! A mi sólo me dan la mitad de sueldo que le dan a los gringos y, encima, la comida que me sirven es menos que la que dan a un anglo, con la falta que me hace para mantenerme mínimamente caliente aquí y, lo peor de todo, es que siempre nos dan las órdenes en inglés, en vez de en español.
-¡Yo tengo más razón que nadie para quejarme! exclamó un marinero indio. Si los rostros pálidos no nos hubieran robado nuestras tierras y riquezas ancestrales, no estaría ahora en este barco en medio de vientos árticos e icebergs. Estaría en una canoa remando en un plácido lago. ¡Merezco una compensación! Como mínimo, el capitán debería dejarme organizar unas partidillas de dados para ganar algún dinero.
Habla el contramaestre diciendo: -¡Ayer el segundo oficial me llamó marica! Sólo porque a mí me guste chupar pollas, no es razón para que me insulten.
-¡No sólo los humanos sufren maltrato en este barco! -dijo con indignación un pasajero amante de los animales. Sin ir más lejos, la semana pasada vi al tercer oficial darle dos patadas al perro del barco.
Uno de los pasajeros, que era profesor de Universidad, retorciéndose las manos, exclamó: ¡Todo esto es terrible! ¡Es inmoral! ¡Es racismo, sexismo, crueldad, homofobia y explotación de los trabajadores; es discriminación! ¡Necesitamos justicia social! ¡igualdad para el marinero mejicano, sueldos más altos, compensaciones para el indio, igual trato para hombres y mujeres, derechos formales para chupar pollas y no más patadas al perro!
-¡Sí! ¡Sí! -gritaron todos los pasajeros -¡Ahí, ahí! -gritaba la tripulación. -¡Es discriminación! ¡Tenemos que demandar nuestros derechos!
El grumete carraspeo: -¡Todos tenéis buenas razones para quejaros! Pero a mí me parece que lo que tenemos realmente que hacer es dar la vuelta y dirigirnos al sur, porque si seguimos este rumbo tarde o temprano seguro que naufragaremos y, entonces, tus salarios, tus mantas y tu derecho a chupar pollas no valdrán para nada porque nos ahogaremos todos.
Pero nadie le hizo el menor caso, porque sólo era un grumete.
El capitán y sus oficiales que desde el castillo de popa habían estando escuchando y observando la escena, ahora sonreían y se guiñaban el ojo.
El capitán hizo un gesto al tercer oficial, y éste bajó del castillo de popa hasta donde se encontraba la tripulación y pasajeros, mezclándose con ellos con un andar chulesco. Poniendo una expresión seria rompió a hablar.
-Nosotros los oficiales hemos de admitir que han ocurrido hechos inexcusables. No nos habíamos dado cuenta de la gravedad de la situación hasta no haber oído vuestras quejas. Somos gente de buena fe y queremos ser justos con vosotros ¡pero, como sabéis, el capitán es un poco conservador y quizá habría que pincharle un poco para poder conseguir algún cambio sustancial! En mi opinión si protestáis contundentemente, siempre que sea pacíficamente, podremos mover al capitán de su inercia y forzarle a afrontar los problemas de los que tan justamente os quejáis.
Después de haber dicho esto, el tercer oficial se dirigió al castillo de popa. Mientras se alejaba, los pasajeros y la tripulación le gritaban: ¡Moderado! ¡Reformista! ¡Neoliberal! ¡Lacayo! Pero aun así, hicieron lo que él les dijo.
Los pasajeros se juntaron frente al castillo de popa y entre gritos e insultos, demandaron sus derechos a los oficiales.
-¡Yo quiero recibir órdenes en castellano!- gritó el mejicano.
-¡Demando mi derecho a poder organizar partidas de dados! -gritó el marinero indio. -¡Quiero que me dejen de llamar marica! -exclamó el contramaestre. -¡Que dejen de dar patadas al perro! -gritó el amante de los animales -¡La revolución ahora! -chilló el profesor.
El capitán y los oficiales, se reunieron y deliberaron durante varios minutos, guiñándose el ojo, asintiendo con la cabeza, sonriéndose unos a otros todo el rato.
A continuación, el capitán se dirigió a la barandilla del castillo de popa y con grandes muestras de benevolencia anunció que al mejicano se le subiría a dos tercios del sueldo de los anglos y la orden de arriar velas se la darían en castellano, las pasajeras recibirían una manta más, que el marinero indio podría organizar partidas de dados los sábados a la noche, que al contramaestre no se le llamaría marica si chupara pollas en la intimidad y nadie podría dar patadas al perro, excepto si roba comida.
Los pasajeros y la tripulación celebraron estas concesiones como una gran victoria, pero a la mañana siguiente volvieron a estar insatisfechos.
¡Seis chelines al mes es poco dinero! Cada vez que arrío velas se me congelan los dedos -refunfuñaba el marinero. ¡Y todavía no gano lo mismo que los anglosajones, ni me dan suficiente comida para este clima -se quejó el marinero mejicano. ¡Las mujeres no tenemos mantas suficientes! -dijo una pasajera. Los otros miembros de la tripulación y pasajeros protestaban de forma similar y el profesor les azuzaba.
Cuando habían finalizado sus quejas, el grumete tomó de nuevo la palabra y hablando en alto, para que el personal no pudiera no darse por enterado dijo:
¡Es terrible dar patadas al perro, porque robe un poco de comida de la cena, y el que las mujeres no tengan igual número de mantas o que al marinero se le congelen los dedos, y no veo por qué el contramaestre no puede chupar pollas si le da la gana, pero: ¡mirad cuántos icebergs hay ahora! Y cómo sopla cada vez más el viento. ¡Tenemos que dar la vuelta e ir hacia el Sur, porque como sigamos al Norte seguro que naufragaremos y moriremos ahogados.
-Sí, sí -dijo el contramaestre. ¡Es terrible que sigamos al Norte, pero ¿por qué tengo que chupar pollas en el armario? ¿por qué me llaman marica? ¿acaso no soy igual que los demás?
-Seguir al Norte es terrible, es precisamente por eso que las mujeres necesitamos más mantas ¡ahora!
-Es verdad! -dijo el profesor- yendo al Norte nos ponen en dificultades, pero cambiar el rumbo al Sur no sería realista. ¡No se puede dar la vuelta al reloj!. ¡Tenemos que buscar una forma madura de enfrentarnos a la situación!
¡Mira! -dijo el grumete- si dejamos en el castillo de popa a esos cuatro locos seguir con lo suyo, nos ahogaremos todos, pero si sacamos el barco del peligro, podremos preocuparnos después de las condiciones de trabajo, las mantas para las mujeres y el derecho a chupar pollas, aunque primero tenemos que dar la vuelta al barco. Si nos juntarnos algunos y preparamos un plan de acción con coraje, podremos salvarnos; no haría falta mucha gente: con seis u ocho lo podríamos llevar a cabo. Podríamos tomar el castillo de popa, echar a esos colgados por la borda y dirigir el barco al Sur.
El profesor levantó su nariz y dijo severamente-. -¡No creo en la violencia! ¡Es inmoral! -No es ético utilizar la violencia jamás -dijo el contramaestre. -¡Desconfío del uso de la violencia! -dijo una pasajera.
El capitán y sus oficiales habían estado observando toda la escena, y a una señal del capitán, el tercer oficial volvió a bajar a cubierta, y mezclándose entre los pasajeros, dijo: Todavía quedaban muchos problemas en el barco, hemos logrado importantes avances. Pero aún siguen siendo duras las condiciones de trabajo para los marineros, el mejicano no gana todavía igual que los anglosajones, las mujeres aún no tienen las mismas mantas que los hombres, el derecho a poder organizar partidas de dados los sábados es, ciertamente, una pobre compensación por el robo de las tierras a sus antepasados, es injusto que el contramaestre deba chupar las pollas en el armario y que el perro se sigua llevando patadas de vez en cuando. Creo que hay que presionar un poco más al capitán. Sería de gran ayuda si hicierais otra protesta, siempre que ésta no sea violenta.
Mientras el tercer oficial volvía al puesto, todos le insultaban pero, al final, hicieron lo que éste propuso.
El capitán, una vez escuchadas sus quejas, se reunió con sus mandos en conferencia, durante la cual se guiñaron el ojo y sonrieron abiertamente; entonces se fue hacia la barandilla del castillo de popa y anunció que a los marineros le darían guantes para mantener las manos calentitas, el mejicano recibirla tres cuartas partes del salario de los anglosajones, a las mujeres se les entregaría otra manta más, al marinero indio le dejarían organizar partidas de dados los sábados y domingos y al contramaestre le dejarían chupar pollas en público a partir de¡ anochecer y nadie podría darle patadas al perro sin un permiso especial del capitán.
Los pasajeros y la tripulación quedaron extasiados con esta gran victoria revolucionaria, pero a la mañana siguiente, de nuevo se sintieron insatisfechos y comenzaron otra vez a quejarse de lo de siempre.
Entonces, el grumete empezó a irritarse y les grito:
¡Malditos necios! ¿no veis lo que hacen el capitán y sus mandos? Os tienen ocupados con vuestras quejas triviales de mantas, salarios, mamadas y el pobre perro, para que no penséis que lo que realmente va mal en este buque, es el hecho de que cada vez vayamos más al Norte y que todos moriremos ahogados. Si únicamente alguno de vosotros despertarais y atacásemos juntos el castillo de popa, podríamos virar en redondo y salvarnos. Pero lo único que hacéis es quejaros de cosas banales como el juego de los dados, chupar pollas o las condiciones de trabajo.
¡Banales! -gritó el mejicano. ¿Tú crees razonable que yo cobre un cuarto menos de salario que un gringo?, ¿es eso insignificante? -¡Cómo puedes llamar a mi queja algo trivial! -gritó el contramaestre. ¡No sabes lo humillante que es que te llamen maricón. -¡Pegar al perro una cosa sin importancia! -espetó el defensor de los animales. ¡Es cruel, inhumano! ¡Brutal!
¡Vale pues! -dijo el grumete. Estos problemas no son insignificantes ni triviales; pegar al perro es cruel y brutal, y es realmente humillante que te llamen maricón, pero la magnitud de nuestro problema principal, el hecho de que el barco cada vez vaya más al Norte, hace que estas quejas se conviertan en insignificantes y triviales. ¡Porque si no damos la vuelta al buque todos moriremos ahogados!
-¡Fascista! -le llamó el profesor. -¡Contrarrevolucionario! -le gritó la pasajera.
Y todos los demás pasajeros y miembros de la tripulación comenzaron a tachar al grumete de fascista y contrarrevolucionario y echándole a un lado, siguieron hablando de salarios, igualdad de mantas, derechos a hacer mamadas en público y de los malos tratos al perro. Mientras tanto, el barco, que seguía rumbo al Norte, después de un breve lapso quedó atrapado entre dos icebergs, muriendo todos ahogados.

Ted Kaczynski

La mayor pandemia: la obediencia

Hoy más que nunca sufrimos una pandemia que afecta a la mayor parte de la humanidad:

LA OBEDIENCIA.

Y esa obediencia, es la que cree a ciegas todo lo que dice el poder, se llame como se llame o tome la forma que sea, médicxs, organismos de la salud (OMS) y demás organizaciones fundadas y financiadas por dueños y/o amigxs, inversores de farmacéuticas o del complejo tecnológico-industrial – militar; hablamos de la ciencia, de la tecnología y un largo etcétera de supuestas ventajas de la sociedad civilizada, que lejos de hacernos libres e independientes, nos hacen cada vez más inútiles y dependientes.

En estos días, más que nunca es necesario tener una mente clara, y ser críticxs ante toda la información con las que nos bombardea el enemigo: Somos peones dentro de sus juegos de poder y sus guerras de facciones, en las que usarán una “guerra biológica” “soltando” un virus modificado en laboratorio, o aprovecharse y dejando que se expanda una enfermedad (o falseando sus datos) para usarlo en su provecho en pos del control social, y vendernos cómo solución una perdida masiva de nuestras ya paupérrimas “libertades”.

Había crisis económica, el capitalismo hace aguas. No hay más que hacer un análisis del último año para entender cómo se impulsan ciertos proyectos: La cumbre contra el cambio climático (asumida y mediatizada por el sistema), en la que fundamentalmente se quejaban de las emisiones de Co2, como si no existieran otro tipo de emisiones perjudiciales y cero aprovechables para el planeta (recordemos que las plantas se alimentan de Co2), como el aumento del extractivismo (sacar minerales y metales de las montañas para hacer las baterías o elementos de electrónica para los dispositivos móviles, tablets y ordenadores) para realizar antenas de 5G, los coches y medios de locomoción eléctricos invadiendo nuestras ciudades, la tecnología 5G, el pico del petróleo en 2020, el del fósforo, la agricultura y ganaderías industriales… Un año marcado por los conflictos sociales, casi a nivel mundial, en los cuáles el marco común ha sido la demonización de la violencia empleada por la gente que participaba en dichas luchas (degradándoles a “infiltradxs policiales” incluso), el carácter antipolicial que se mascaba en estas luchas y una fuerte represión por parte de la polícía y los militares.

Ahora nos obligan a estar encerradxs en muchos puntos del planeta…No vaya a ser que esta crisis económica y el circo que tienen montado se desmantele y queramos salir a las calles. Nos obligan a “teletrabajar” (quien pueda), hacer deporte con youtube, mirar las noticias y someter a tu cerebro a un proceso de lavado mental… ¿pero qué mierda es esta y a dónde nos queréis llevar?

A diferencia de la masa borrega, Hay gente que no ha creído nunca en vosotrxs y ahora menos que nunca: contra la OMS (y sus titiriteros bill gates, rockefeller, china y compañía), sus medidas, y sus proyectos de control. contra todos los estados, que defenderán siempre sus propios intereses y nunca los del “populacho”. Contra la tecnología que nos aliena y destruye día a día y que devasta la tierra, y contra la ciencia, nueva religión del s xxi. sólo traéis misería, no queremos nada vuestro. sois basura.

Ni confinamiento, ni test, ni vacunaciones.

La economía quiebra, hoy más que nunca dejemos de depender de ella.

POR UNA SALUD INTEGRAL, SIN INTERMEDIARIOS Y COLECTIVA.

EL ÚNICO SISTEMA QUE QUEREMOS ES EL INMUNITARIO.

Luchemos por él, contra el “virus” , los valores autoritarios y capitalistas.

¡¡¡TOMEMOS LAS CALLES!!!

Terra indomita

Terra indomita nace con el objetivo de aportar materiales para la reflexión (noticias, artículos, publicaciones, etc,) que ayuden a combatir la civilización y todas sus perversas creaciones: sociedades, estados, economías, tecnologías, ciencias… y otros obstáculos para el libre desarrollo tanto individual como colectivo.

Porque no nos tragamos el cuento de que las autoridades saben cuál es nuestro bien y aunque lo supieran, hemos de ser nosotr@s quienes hagámos nuestro camino.

No nos tragamos el cuento de que la ciencia nos mejora la vida, porque nos la está arruinando y está acabando con el planeta. Y quien no lo quiera ver sencillamente es  un fanático, un ingenuo o tiene el síndrome de Estocolmo.

Por una naturaleza libre y salvaje.