Los líderes de los países y la sombría agenda de control de Davos

Alejandro Pagés
 
Dinero e Identidad Digital, pases sanitarios, rastreo de la huella individual de carbono, suspensión mundial de los derechos constitucionales y creación de una nueva sociedad

En noviembre de 2022 se llevó a cabo la reunión del G20 en Bali, Indonesia. Como cabía esperar, las declaraciones de su documento final, rubricadas por los mandatarios de los principales países del mundo, podrían fácilmente haber sido copiadas, hasta en la menor de sus ambigüedades terminológicas cuidadosamente diseñadas, de cualquier documento de los emanados periódicamente desde el Foro Económico Mundial (WEF), el Banco Mundial o la ONU. Después de todo, el G20 no es una creación de los presidentes de sus respectivos países integrantes, sino de banqueros y técnicos económicos para afrontar los desafíos de la “gobernanza global” en los albores del siglo XXI. Las preocupaciones por pretendidas “amenazas globales” reflejadas en el documento no son tales, sino el subterfugio para una tramposa hoja de ruta cuidadosamente diseñada, al servicio de una remodelación del mundo en el que vivimos, el Gran Reseteo pregonado por Klaus Schwab. El modelo al que se pretende arribar al final del proceso (situado tentativamente, en una primera etapa, en el 2030) es dado a conocer de forma pública, gradualmente, en las reuniones del Foro Económico Mundial, el cual trató exactamente los mismos temas sobre los que giró la cumbre del G20 en su reunión de 2023, dos meses después.
Esta “agenda” es presentada a veces como la consecuencia inevitable de ciertos avances tecnológicos, entonces adopta el nombre de Cuarta Revolución Industrial. Otras veces se la presenta como una serie de objetivos generales muy ideales a cumplirse en un mediano plazo, en apariencia tan positivos que nadie podría oponerse a ellos, en los cuales es necesario invertir un esfuerzo mancomunado mundial, y es llamada entonces Agenda 2030. Pero en realidad basta seguir detenidamente las declaraciones de sus mismos promotores para notar que detrás de las palabras bonitas dirigidas al público general se ocultan objetivos muy concretos, y que el modelo al cual aspiran es mucho más ambicioso, sobrepasando ampliamente meras cuestiones económicas y políticas. Es directamente un nuevo paradigma o modelo del mundo, la sociedad y el ser humano.
Klaus Schwab, presidente del Foro Económico Mundial (donde se reúnen los representantes de los grandes bancos, empresas multinacionales, organismos internacionales y los líderes de los principales países) es tal vez uno de los expositores más explícitos de esta “agenda”, especialmente en su libro La Cuarta Revolución Industrial, publicado por Fórum Publishing en 2016, y El Gran Reset, en 2020. Esta Cuarta Revolución Industrial “no sólo cambiará el “qué” y el “cómo” de lo que hacemos, sino también el “quién” somos.” (La Cuarta Revolución Industrial, p. 8), transformando a todas las sociedades del mundo entero. La misma se producirá cuando los últimos descubrimientos en secuenciación de genes, nanotecnología, energías renovables y computación cuántica se “fusionen” e interactúen “a través del dominio físico, digital y biológico” (p. 12). En 2020 agregará “La pandemia nos ofrece una oportunidad: representa una excepcional pero estrecha ventana de oportunidad para reflexionar, reinventar y reajustar nuestro mundo.” (Covid-19: The Great Reset, p. 98)
En un futuro “ideal”, Schwab y los ideólogos que le dan letra esperan que la aplicación masiva a nuestra vida cotidiana de la nueva nanotecnología y la edición genética (campos que tienden a confluir en la intervención tecnológica a nivel celular de los seres vivos), junto a los avances en nuevos materiales e Inteligencia Artificial, prácticamente sumerjan a cada individuo sobre el planeta en un vasto conjunto interconectado de personas y datos digitales, en ciudades con entornos “inteligentes”, transacciones digitales, rastreo individualizado de datos, vehículos autónomos, Realidad Aumentada y cerebros unidos a computadoras. “Algunos diseñadores y arquitectos ya están mezclando diseño computarizado, impresión 3-D, ingeniería de materiales y biología sintética para sistemas pioneros que involucran la interacción entre microorganismos, nuestros cuerpos, los productos que consumimos, e incluso los edificios que habitamos.
Desde el punto de vista político, social y administrativo, su ideal sería arribar a una masa humana regulada con la ayuda de la Inteligencia Artificial por un solo Gobierno Global, del cual los gobiernos nacionales serían apéndices administrativos con poca capacidad de decisión. “Cada vez más, los gobiernos serán vistos como centros de servicio público que serán evaluados en función de su capacidad para expandir el servicio entregado de la manera más eficiente e individualizada. En última instancia, es la capacidad de adaptación de los gobiernos lo que determinará su supervivencia. Si abrazan un mundo de cambios exponencialmente disruptivos (…) lo aguantarán. Al hacerlo, sin embargo, se transformarán completamente en células de poder mucho más delgadas y más eficientes” (La Cuarta Revolución Industrial, p. 67). Una Moneda Digital Global y la robotización avanzada del trabajo serían esenciales para crear el andamiaje de esa regulación colectiva.
Este gobierno global de los banqueros dueños de las corporaciones ha sido presentado a menudo como una “teoría conspirativa” propia de la ciencia ficción ciberpunk, pero hoy en día es promovido a la luz del día en los foros dedicados al tema y en documentos como la declaración del G20 que analizaremos. Esta pretendida regulación de la actividad humana por una autoridad invisible central, que se lograría mediante la introducción de tecnología digital en cosas y personas, llevando al máximo el principio del panóptico de Foucault, podría llegar incluso (Schwab lo dice sin tapujos) al control mental, el cual quedaría habilitado no bien se implementen las interfaces cerebro/máquina y la Internet del Cuerpo Humano.
Dicho de otra manera, la interconexión tecnológica de todos los individuos, que comenzaría probablemente por el dinero digital, buscaría avanzar en todos los campos, hasta derribar incluso las barreras físicas de la biología mediante la introducción de nanotecnología y nanobots en el cuerpo. (1) Esto permitiría la creación de un “ecosistema digital”, una capa de realidad virtual y tecnológica artificial entrelazada con la realidad física y biológica, nueva capa de la cual nos volveríamos totalmente dependientes para trabajar, ir al médico, manejar nuestro dinero, movilizarnos, etc. Por supuesto, tratándose de una realidad no natural, sería controlada por sus creadores y dueños. Serían mucho más que los dueños de los recursos o los medios de producción, serían los mismos creadores de la “realidad”, dentro de la distopía tecnológica que nos proponen (2)
No exageramos en nada al presentar así estos objetivos a mediano y largo plazo, pues ellos mismos los presentan con palabras similares, aunque naturalmente más cuidadosas y elusivas, pero que no dejan de ser asombrosamente explícitas. No hace falta por lo tanto intentar descifrar ninguna “conspiración” oculta, porque están procediendo a la vista de todos. Sólo hay que leerlos.
Si uno lo piensa un poco, llega a la conclusión de que detrás de un proyecto de semejante envergadura debe existir obligadamente algún tipo de ideología o visión del mundo. Debe haber al menos un grupo más consciente, que logra insuflar sus objetivos dentro de los objetivos de los demás actores principales, sin lo cual no sería posible una acción sostenida a largo plazo. Esta ideología tiene su faceta más entusiasta y visible en el transhumanismo adorado casi como una fe revelada por individuos como Nick Bostrom, Jerome Glenn, Philippe Van Nedervelde (uno de los principales creadores de mundos virtuales o MetaVerso), Elon Musk, Mark Zuckenberg (quien además de ser dueño de Facebook, realiza grandes inversiones en la creación de mundos virtuales y ha ensayado una moneda virtual) o Peter Thiel (fundador de PayPal, donde también comenzaron su carrera Zuckenberg, Elon Musk, y los creadores de Youtube, Linkedin y Change.org). Hay que sumar a ellos a todos los directivos de Google (Sergei Bin, Eric Schmidt, Ray Kurzweil, Bill Maris, Sundar Pichai). Naturalmente, las enormes bases de datos de Facebook y Google, que registran modelos de comportamiento colectivos, contribuyen de manera fundamental al desarrollo de la Inteligencia Artificial con aprendizaje propio, pieza central del sistema que se busca desarrollar.
Personas como Ray Kurzweil, especialista en el funcionamiento del cerebro, nos explican con toda tranquilidad en libros y charlas TED al alcance de todos en la web, que en un futuro nuestro cerebro se potenciará enganchándolo a la “nube” manejada por computación neuromórfica ultra-rápida, y con la emoción de un falso profeta, nos anuncia cómo con ayuda de la tecnología podremos transformar la misma materia de los objetos que nos circundan en procesadores de datos, y evolucionar de esa manera hacia una “especie superior” (tal vez una suerte de ente colectivo). Luego podríamos lanzar nano-robots inteligentes con conexión inalámbrica por todo el Cosmos, otorgándole de esa manera, en un acto demiúrgico, una conciencia hipostasiada de nuestros cerebros al Universo entero, desprovisto de ella.
Kurzweil es considerado un extremista entre sus colegas, al igual que Peter Thiel es considerado alguien despreciable y a la vez admirado entre los empresarios informáticos de Silicon Valley, pero eso no impide que hayan ganado una posición muy destacada dentro de los grupos que planean el sistema futuro. Lo que queremos señalar con estos comentarios es que no se llegaría a un cambio semejante en el mundo entero por una simple espontaneidad de la acumulación del capital, los avances tecnológicos o por la inercia de los procesos sociales, aunque por supuesto en la etapa actual el curso de todos estos procesos permite y favorece estos planes, pero eso no quita que de todas maneras el sistema propuesto necesita sus arquitectos y ejecutores conscientes para poder hacerse realidad, e incluso necesita de la colaboración de todos nosotros.
Lo “conspirativo” del asunto, o mejor dicho la conspiración real, se da porque lo que hemos dado en llamar “la agenda de Davos” tiene aristas más que inquietantes, por lo tanto no es presentada abiertamente para que todos se sumen voluntariamente, sino que se la ejecuta con excusas, presentando escenarios que son más catastróficos cuanto más profundos y sistémicos son los cambios que se planean. Ello es un primer signo para desconfiar de sus intenciones, y es lo que explica que se nos azote constantemente desde los corruptos medios de comunicación con la alarma de catástrofes inminentes muy dudosas, para las cuales hay sólo una solución, que es la que conduce a la consumación de esa agenda en diferentes áreas. Hay que reconocer que ello se ejecuta con mucha habilidad.
En la actualidad hay diferentes equipos encargados de planificar los cambios tecnológicos y sociales en cada área, que se reúnen periódicamente en Davos y otros congresos globales, como la Cumbre del Gobierno Mundial de 2022 en Dubái. En la página del Foro Económico Mundial se enumera una serie de grupos de trabajo que comienzan con las palabras “Modelando el futuro…”: Modelando el futuro de la producción y la manufactura avanzada; del consumo; de la economía digital; de la energía, de los nuevos materiales e infraestructura; del sistema financiero; de los “bienes públicos globales”; de la salud; de los medios; de la movilidad; de la Inteligencia Artificial con Aprendizaje Automático; de la Internet de las Cosas y la transformación urbana; y de la Nueva Economía y la Nueva Sociedad.
En concreto, se busca el reemplazo y control de la matriz energética y productiva (automatización de la producción con IA. avanzada, energías “limpias”, red eléctrica inteligente); el reemplazo y control del dinero (dinero digital); el control de los alimentos (alimentos genéticamente modificados con tecnología digital incorporada); la introducción de la tecnología de vigilancia individualizada; el control del transporte y los desplazamientos (vehículos completamente autónomos controlados por IA., restricciones a los desplazamientos por motivos sanitarios y ecológicos, ciudades de 15 minutos, delivery con drones); la modificación y control de los individuos y poblaciones (este rubro incluye las “ciudades inteligentes”, o sea un entorno interactivo omnipresente, los dispositivos de monitoreo invasivos, la edición genética y también la creación de “quimeras” y las hibridaciones humano-máquina del transhumanismo) y por último el desarrollo de un Gobierno Mundial, que con ayuda de la Inteligencia Artificial regularía a nivel global este sistema digital omnipresente e hiperconectado.
Para cumplir con los objetivos fijados de manera relativamente rápida y manteniendo el control se han diseñado dos grandes excusas, principalmente, y hay que entender que son eso, excusas, independientemente de sus elementos reales, los cuales por otra parte parecen ser cada vez menos a medida que se los investiga: por un lado futuras pandemias (una amenaza a la vida individual y colectiva) y por otro el cambio climático (una amenaza a la subsistencia del planeta). Se plantean además otras múltiples “crisis” derivadas de estas: Crisis alimentaria, energética, etc.
Estas consideraciones, relacionadas con asuntos que la mayoría de la gente ignora, permiten hacer otra lectura de documentos como el emanado de la última reunión del G20. Luego de esta indispensable introducción general pasaremos a ver, en las próximas entregas de esta serie, los principales temas tratados en la declaración del G-20, y su relación con la Agenda de Davos.
A continuación he extractado los párrafos más significativos de la declaración realizada por los principales líderes políticos mundiales en la última reunión del G20. Los he dividido en distintos ítems para facilitar su análisis, acompañándolos de mis comentarios al pie. Le ahorraré al lector la sobreabundancia orwelliana de palabras como “inclusivo”, “resiliente”, “empoderador”, “centrado en el ser humano”, “sostenible”, “preocupada por los países en desarrollo”, “teniendo en cuenta las necesidades de campesinos, mujeres y jóvenes”, que saturan cada artículo para disimular que el núcleo de las políticas propuestas va en contra de todo eso. Si se está más o menos al tanto de los proyectos que se están fomentando desde los principales organismos internacionales, no es difícil ver el sentido disimulado detrás de cada sentencia ambigua. Los resaltados en negrita son míos.
DECLARACIÓN DE LOS LÍDERES DEL G20.
16 de noviembre de 2022. Bali, Indonesia.
CAMBIO CLIMÁTICO:

  1. Subrayamos la urgencia de transformar y diversificar rápidamente los sistemas energéticos, promover la seguridad y resiliencia energética y la estabilidad de los mercados, acelerando y asegurando transiciones energéticas limpias, sostenibles e inclusivas (…) y un flujo de inversiones sostenibles.
    Aunque el documento esté firmado por los líderes de diferentes países, está claro que éstos no son más que los voceros de la “élite” de poder financiero que es quien realmente diseña y ejecuta la Cuarta Revolución Industrial. Este párrafo se traduce entonces mejor como “Nosotros, los planificadores de estas políticas, buscamos canalizar grandes flujos de inversiones para hacer realidad estas transiciones en los sistemas energéticos (y productivos) lo más rápido posible, y los líderes de los gobiernos declaran su subordinación a nuestra agenda”.
  2. Reconocemos la importancia de acelerar el desarrollo, despliegue y difusión de tecnologías, y la adopción de políticas para la transición hacia sistemas de energía de bajas emisiones, incluso aumentando rápidamente el despliegue de generación de energía limpia (…) incluida la aceleración de los esfuerzos hacia la reducción gradual de energía de carbón (…) Aumentaremos nuestros esfuerzos para implementar el compromiso asumido en 2009 en Pittsburgh de eliminar y racionalizar, en el mediano plazo, los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles que fomentan el consumo derrochador.
    Estamos comprometidos a promover la inversión en infraestructura e industria sostenibles, así como tecnologías innovadoras y una amplia gama de mecanismos fiscales, de mercado y regulatorios para apoyar las transiciones de energía limpia, incluido, según corresponda, el uso de mecanismos de tarificación y no tarificación del carbono.
    Los multimillonarios más grandes que jamás han existido, quienes obtuvieron sus fortunas gracias al consumismo y las condiciones económicas creadas por las burbujas financieras, ahora descubren que el resto de la humanidad “derrocha” y debe ser más austera.
    Naturalmente un sistema como el actual basado en el crecimiento continuo del PBI, combustibles fósiles no renovables y la sobreexplotación de recursos no puede mantenerse indefinidamente. Será necesario en algún momento cambiarlo. Quienes planifican a largo plazo lo saben, y por ello vienen buscando alternativas que les permitan realizar la transición sin perder su lugar de poder. El mismo Klaus Schwab ha manifestado que en el nuevo sistema “la tiranía del crecimiento del PBI terminará” (Covid-19: The Great Reset, p. 28).
    Los avances tecnológicos más importantes en cuanto a nuevas fuentes de energía seguramente se mantendrán en secreto el mayor tiempo posible para no perder la ventaja sobre los competidores. Actualmente se habla abiertamente en la prensa de importantes avances en la tecnología de fusión de hidrógeno, una tecnología muy cara que sin duda estará por largo tiempo en manos de las principales potencias. Sin embargo cuando uno se informa más en detalle, se da cuenta que aparentemente hay desafíos técnicos que no se han podido resolver, de manera que nos preguntamos si en realidad los avances no se estarán logrando por otro lado (3). Sea como sea, las grandes inversiones realizadas por EEUU o Europa en la investigación de “energías limpias” son un indicador de que a algo se debe estar arribando. Sería muy ingenuo creer que la familia Rockefeller abandona aceleradamente sus inversiones en petróleo, a pesar de haber todavía reservas suficientes para muchos años, para reinvertirlas en energías alternativas, debido a una súbita preocupación por el planeta. Lo mismo ocurre con las principales petroleras, como Exxon, Shell o Repsol, que han dejado de buscar nuevos pozos, ya que no les es rentable. Les conviene dejar que suba el precio del crudo y hacerse con la ganancia. El petróleo está lejos de acabarse, pero el petróleo de extracción fácil que no requiere grandes costos sí está comenzando a escasear.
    Lo que es seguro para nosotros es que no existe ninguna catástrofe climática en ciernes. Constatar que es una coartada lo deja a uno estupefacto. La instalación de ese tema en el sentido común de la gente no es más que otra muestra del enorme poder de propaganda e intromisión en los programas de estudio que puede lograr todo aquello que es impulsado desde la “elite”. Cualquier climatólogo realmente informado tiene, como mínimo, sus grandes reservas frente a esos pronósticos apocalípticos, que la prensa y los engendros de organismos internacionales como el IPCC agitan constantemente. Los memoriosos recordarán que ya en los años ’90 y a principios del siglo XXI se nos decía, desde titulares catastróficos en los principales diarios, que para la época actual habría ciudades costeras bajo el mar por el derretimiento de los casquillos polares, lo cual nunca estuvo ni cerca de ocurrir. Tampoco ahora los propietarios de hoteles costeros, los servicios de inteligencia de los principales países o la mayoría de los científicos parecen realmente preocupados por ninguna catástrofe inminente que ponga en peligro a la humanidad, cuyos signos no se ven por ningún lado. Lo cierto es que el volumen de CO2 es insignificante frente a otros gases de la atmósfera, y principalmente frente al vapor de agua, principal responsable de mantener el efecto invernadero. Además han existido antes de nosotros épocas con temperaturas más altas en veranos, como el óptimo medieval, o sin ir tan lejos, la década de los años ’20 del siglo pasado, de la cual tenemos registros detallados de temperatura para muchos países, y ello no condujo a ninguna catástrofe. La curva estadística que muestra un leve aumento de temperatura promedio desde los años ’50 o ’70 se está estabilizando, lo cual no permite ya abusar de ella haciendo proyecciones lineales a 50 años, y por otra parte no es uniforme en todo el globo (por ejemplo en la Antártida la cantidad de hielo ha aumentado en los últimos años).
    Todo indica que los cambios generales de temperatura de una época a otra son cíclicos y se deben principalmente a la actividad solar. Existen sin embargo actualmente algunos eventos climáticos desusados, modificaciones llamativas como la que ha ocurrido con la Corriente del Niño, pero no son tan extremos como se los presenta, y se deben a múltiples factores, desde la tala indiscriminada a muy posiblemente la manipulación deliberada de las precipitaciones en ciertas zonas mediante ingeniería climática. Es decir, nada indica que vaya a haber ninguna modificación brusca del clima, menos por la emisión de carbono o metano de las actividades productivas, y mucho menos por las actividades vitales diarias (eso ya es ridículo). Si llega a ocurrir, habría que investigar seriamente si sus causas no son artificiales.
    Sin embargo los promotores de la histeria climática siguen diciendo que estamos en un punto de no-retorno y debemos hacer los mayores sacrificios inmediatamente. Esta es una afirmación política que no cuenta con respaldo en el mundo científico, y cuanto más se la exagera para justificar toda clase de medidas disparatadas, más evidente resulta. Al Gore, quien fue el responsable de instalar este tema en la agenda política en 2006 con la publicación del libro Una verdad incómoda, había pronosticado entonces que se llegaría a ese “punto de no-retorno” alrededor de 2016, lo cual evidentemente no ocurrió. Lo notable es que para sostener el discurso del “calentamiento global inédito producido por el hombre que nos lleva a un apocalipsis planetario” sus voceros nunca pueden ir más atrás de la década de los ’70 o ’50 del siglo XX, momento en el cual las temperaturas estuvieron en un punto mínimo. Cuando se les contraargumenta que hay múltiples testimonios e incluso registros detallados de que antes de eso hubo épocas con temperaturas mucho más altas, alegan que los registros anteriores no cubrían el globo entero, y que allí donde señalan un mayor calor, se trata seguramente de un fenómeno local, sin embargo ¡ellos tampoco pueden demostrar que la temperatura global era entonces más baja!
    Así de endeble es el relato del “calentamiento global”. Una proyección estadística antojadiza y manipulada del aumento de un grado centígrado (sí, leyeron bien, uno) en la temperatura media global registrada desde la década de los ́70 hasta hace unos pocos años atrás, cuya relación con las emisiones de CO2 es muy discutible, y en el mejor de los casos muy parcial. En el corto plazo, si se quitan de forma abrupta los subsidios al petróleo y se crean impuestos arbitrarios a los combustibles fósiles, se encarecerá artificialmente la energía para el consumo individual y para las fábricas. Esto golpeará especialmente a los países en desarrollo.
    Se sabe además que el mecanismo de “bonos de carbono” no es más que un gran negocio financiero, que no ha disminuido en nada la cantidad de emisiones contaminantes supuestamente responsables del calentamiento global por parte de los países industrializados. Sirve solamente para obligar a las grandes empresas a subsidiar la investigación de nuevas fuentes de energía, mientras su capacidad de contaminar sigue intacta. A la vez, genera un mercado millonario de especulación de bonos. Es además un instrumento deliberado para frenar el desarrollo de los países del tercer mundo, ya que el límite de emisiones de carbono se ha fijado según el desarrollo de cada país (cuantas más empresas contaminantes, más permisos, paradójicamente).
    Naturalmente, no vemos nada de malo en el desarrollo de fuentes de energía menos contaminantes. Lo perverso del asunto es que las medidas de reducción de “emisiones de carbono” están muy lejos de quedarse en impuestos a algunas industrias, y eso es lo que muchos ecologistas bienintencionados ni siquiera sospechan. En realidad es una descarada coartada multi-uso, en cuya instalación a nivel social se ha seguido el principio de la ventana de Overton hasta un extremo surrealista, pero ya nada sorprende, ni la más descarada impostura.
    En un principio se instaló la idea de limitar las emisiones de CO2 criticando los excesos de la actividad industrial, lo cual hacía el objetivo simpático por varios motivos ecológicos. Pero más tarde, en un giro más que llamativo, se comenzó a señalar como culpables de “emisiones de gases de efecto invernadero” también al ganado con sus flatulencias, a los automóviles y a la misma actividad vital diaria de los seres humanos. Comenzamos a asistir en los últimos años, entre incrédulos y azorados, a la proliferación de notas periodísticas y afirmaciones de organismos internacionales y políticos de primera línea completamente anticientíficas, que nos aseguran con total seriedad que para “salvar al planeta” debemos dejar de comer carne, no desplazarnos muy lejos de nuestro hogar y tener menos hijos o no tenerlos directamente, ya que los seres humanos (no ya las fábricas) son grandes “emisores de carbono” y por lo tanto un atentado contra la “vida en el planeta” por su misma existencia excesiva.
  3. Tomando nota de las evaluaciones del IPCC según las cuales el impacto del cambio climático será mucho menor con un aumento de temperatura de 1,5 ° C en comparación con 2 ° C, resolvemos continuar los esfuerzos para limitar el aumento de la temperatura a 1,5 ° C. (…) Esto requerirá acciones significativas y efectivas y el compromiso de todos los países (…) y el consumo y la producción sostenibles y responsables como facilitadores críticos.
  4. Celebramos el progreso realizado hasta la fecha hacia el logro de un Marco Mundial para la Diversidad Biológica post 2020 (GBF). Instamos a todas las partes y países a finalizar y adoptar el GBF con miras a realizar la Visión 2050 de “Vivir en armonía con la naturaleza”. (…) Reconocemos el esfuerzo realizado por varios países para garantizar que al menos el 30% de la tierra mundial y al menos el 30% de los océanos y mares mundiales se conserven o protejan para 2030, y ayudaremos a avanzar hacia este objetivo de acuerdo a las circunstancias nacionales. Nos comprometemos a reducir los impactos ambientales cambiando los patrones de consumo y producción insostenibles.
  5. Seguiremos promoviendo el desarrollo y estilo de vida sostenibles, la eficiencia de recursos y la economía circular (…) particularmente para avanzar en la acción climática basada en el océano.

El insistente lado “ecológico” del discurso que envuelve la Agenda 2030 es llamativo, y tal vez tenga razones que terminen de develarse cuando la “propuesta filosófica” del nuevo sistema termine de ser revelada. En una primera instancia uno se pregunta, ¿cómo es posible congeniar la visión antinatural de un mundo hipertecnificado e hiperdiseñado, con seres intervenidos genéticamente y controlados tecnológicamente, con una “armonía con la naturaleza”? Evidentemente la visión de “la naturaleza” que subyace a estas propuestas es algo extraña, pero tal vez sea la contraparte necesaria para disimular el lado más abominable de esas intervenciones. Por supuesto, nada mejor que consultar la misma página del WEF para entender hacia dónde apuntan las propuestas. Allí podemos ver (oh, sorpresa) de qué se trata en realidad su propuesta principal detrás de la preocupación por la “pérdida de la biodiversidad”, la cual ciertamente no parece preocuparles cuando se trata de extender los monocultivos genéticamente modificados de Monsanto.
“El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) ha destacado que pueden ser necesarias algunas medidas más drásticas para combatir el declive de la biodiversidad (…) WWF está pidiendo a los tomadores de decisiones que incluyan un hito para reducir a la mitad la producción y el consumo humanos”. (4) El “consumo humano” mencionado no se refiere a bienes superfluos ni de lujo, como uno podría llegar a suponer (como los celulares, o los visores de realidad virtual y otras maravillas tecnológicas prometidas), sino a un cambio de dieta. Principalmente se busca eliminar la carne. También se promueve insistentemente el consumo de insectos. La “acción climática basada en el océano” incluye a su vez, entre algunos objetivos menores que parecen aceptables (como reducir la pesca ilegal), la eliminación de los subsidios estatales a la actividad pesquera y varias formas de ingeniería climática que implican la alteración de los mares o el fitoplancton.
Utilizan la estrategia del tero. Gritan preocupados por el clima o la pérdida de biodiversidad, las crisis económicas o el hambre causadas por las mismas políticas que impulsan, pero alejan la atención de sus verdaderas causas (ellos mismos), y la dirigen hacia esfuerzos inútiles o contraproducentes, que por caminos indirectos finalmente ayudan a la consumación de su siniestra agenda. Una técnica hábil, pero a esta altura burda por las asombrosas propuestas que surgen de ella, que dan a pensar cuáles son los objetivos finales.
Un informe que pretende hacer punta y sentar las bases con que se manejará el “problema climático” es El futuro del consumo urbano en un mundo 1,5°, publicado en 2019 como un trabajo conjunto de C40 Cities, Arup y la Universidad de Leeds. C40 es una de las tantas fundaciones filantrópicas capaz de reunir a 100 de los alcaldes de las ciudades más importantes del mundo y marcarles la agenda. Es financiada por el Banco Mundial, la Open Society, Wellcome Trust y una telaraña de organismos internacionales, fundaciones filantrópicas, empresas dedicadas al desarrollo de tecnología verde, gobiernos (Reino Unido, Dinamarca) y grandes multinacionales. Recientemente el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, fue nombrado vicepresidente regional de esa entidad.
Según concluye este trabajo, el objetivo de mínima para el año 2030, para lograr reducir las “emisiones de gases de efecto invernadero” globales, sería que cada ser humano no coma más de 16 kilos de carne por año, y no más de 90 kilos de lácteos. El objetivo de máxima sería reducir a cero ambos consumos. También estaría entre sus objetivos de mínima que cada persona compre sólo 8 prendas de vestir nuevas por año, que haya sólo 190 vehículos privados cada 1000 habitantes, y la posibilidad de realizar un solo vuelo en avión de menos de 1500 kms cada dos años por persona. El objetivo de máxima es: 3 prendas de vestir nuevas por año, ningún vehículo privado (sólo transporte público, y el menos posible) y un vuelo cada 3 años. Es fácil ver cómo estas medidas confluyen con otras similares muy publicitadas con motivo de la última pandemia (restricciones a los vuelos), o propuestas como moda a los jóvenes (veganismo), o bajo la apariencia de diseños más eficientes (ciudades “de 15 minutos”), etc. Cuando sumamos a esta propuesta la idea promovida desde estas mismas instancias internacionales, dentro del marco de la Cuarta Revolución Industrial, de una Renta Universal y una creciente automatización del trabajo, el panorama queda bastante claro. La Renta Universal naturalmente se ajustará a estos patrones de consumo impuestos por la necesidad del “bien del planeta”. La idea de que todos podemos alcanzar los niveles de consumo de los más beneficiados es una ilusión. Por supuesto, la súper élite planetaria, que puede vivir si lo desea en islas privadas y consume comida orgánica, no se someterá a estas regulaciones en su consumo, ni siquiera lo harán los medianamente ricos, esto se proyecta para la mayoría de la población.
Pero aún hay más. Actualmente se ha llegado a afirmar, dentro del marco de las reuniones del Foro de Davos y los documentos emanados de las mismas, que se podría medir la ”huella de carbono” de cualquier ser humano sobre el globo con dispositivos tecnológicos ponibles o implantables provistos de conexión wi-fi (los mismos que se quieren utilizar para monitorear constantemente los procesos corporales dentro del paradigma de la nueva “medicina personalizada”), de manera de controlar continuamente las actividades cotidianas de cada individuo con ayuda de la Inteligencia Artificial, y ponerles un límite si han superado cierto porcentaje de “emisiones de carbono”. De manera que la preocupación altruista por el “bien del planeta” ha mutado a una coartada para la vigilancia de la actividad de toda la población y la intromisión de microdispositivos que pueden controlarse remotamente en el cuerpo, que haría ruborizar a cualquier dictador del pasado.
Que la vigilancia individualizada y la nanotecnología integrada al cuerpo son parte de la agenda se evidencia también en que los mismos objetivos son propuestos desde las mismas instancias supranacionales con muy diferentes excusas (entre otras, desde ya, las futuras pandemias). No estamos aquí haciendo relaciones caprichosas, sino que son bastante evidentes para cualquieras que quiera verlas, aunque se las disfrace bastante burdamente. Esa apelación a un imaginario positivo y hasta naif, sin relación evidente y hasta opuesto al objetivo perverso que realmente se quiere lograr, es una técnica a la cual se echa mano en todo el planteamiento siniestro de esta Agenda. La apariencia artificial de esas excusas, de todos modos, no se logra disimular, y pareciera que ni siquiera se hace un esfuerzo en ese sentido, como si en cierta manera se quisiera el asentimiento inconsciente de las víctimas (o sea, de todos nosotros).
S. Matthew Lao, director del Centro de Bioética de la Universidad de Nueva York y profesor de Salud Pública Global (uno de los encargados de proponer los “marcos éticos” para el uso de las nuevas tecnologías), ha llegado a promover la intervención genética de los fetos en el vientre materno para hacer nacer seres humanos de baja estatura, que produzcan menor “huella de carbono” y “salven al planeta” (5). Está claro que el marco científico de referencia sobre las causas y gravedad del supuesto “calentamiento global”, que ya era cuestionable desde un principio, directamente estalla ante el tenor de propuestas como estas, pero eso muestra claramente que nada de esto es ciencia realmente, sino propaganda y agenda.
La implementación mundial de los “objetivos climáticos” es reglamentada desde espacios como las reuniones anuales de la Convención Marco de las Naciones sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Los acuerdos a los que se obliga a suscribir a los diferentes países mencionan mucho a los pequeños granjeros y sus técnicas ancestrales, pero terminan intensificando la agricultura sin mano de obra y con agrotóxicos (bajo el nombre de “laboreo cero”), y buscan introducir los nuevos cultivos genéticamente modificados “listos para el clima” de Monsanto, Bayer y Syngenta. Se habla de las emisiones de gases de efecto invernadero de una vaca, como si el proceso completo de fabricación de la carne artificial de Bill Gates no involucrase más emisiones de esos gases, y fuera más “eficiente” que el organismo de la vaca.
También se suelen obviar las emisiones producidas en el proceso completo de fabricación de las baterías de los autos eléctricos, los paneles solares, etc, que resultan mucho más contaminantes y derrochadoras en su totalidad. Toda esa remodelación alucinante del mundo natural y tecnológico actual, que implica multiplicar aún más los procesos tecnológicos prescindibles, es presentada como más “eficiente” y menos derrochadora.
Con la excusa de un Nuevo Acuerdo para la Naturaleza y el nefasto plan 30 por 30, la ONU ayuda a expulsar comunidades realmente autosustentables de sus tierras en Asia y África, y busca realizar el mayor acaparamiento de tierras de la historia bajo el manto de la protección de la biodiversidad. El sector marítimo alrededor de la Antártida (que incluye parte de nuestro territorio) es otro de sus principales objetivos. ¿Son esos sólo “efectos colaterales” involuntarios de macromedidas tomadas con buena voluntad? No es posible creerlo, ya que no hay relación entre la extensión de las medidas propuestas y los peligros reales. Un ejemplo entre varios es el plan drástico para reducir las “emisiones de nitrógeno” realizado recientemente por el Primer Ministro de los Países Bajos, Mark Rutte (quien forma parte del WEF), el cual produjo movilizaciones masivas de los granjeros, que se enfrentan a la posibilidad cierta de perder sus propiedades y de una hambruna generalizada artificialmente inducida en la población.
En definitiva, las coartadas multi-uso obsesivas de las “emisiones de carbono” y la “preservación de la biodiversidad” se utilizan como excusas para acaparar tierras y hacer avanzar la agenda de la
Cuarta Revolución Industrial dentro de la actividad industrial y agrícola, con la intención de lograr profundas reformas en el sistema productivo a nivel mundial en un tiempo relativamente rápido. Se perjudica a los granjeros mientras se da todo el dinero a los bancos. Ello está ocurriendo al menos en todo Occidente. El ideal a alcanzar parece ser un mundo de infraconsumo hipertecnificado, medido y controlado, una suerte de bolchevismo 2.0 realizado por la élite bancaria multimillonaria. Por qué se han fijado ese objetivo, aún no aparece del todo claro, pero se apunta en esa dirección.

  1. Reconocemos la necesidad urgente de fortalecer las políticas y movilizar financiamiento de todas las fuentes, de manera predecible, adecuada y oportuna para abordar el cambio climático (…) También apoyamos las deliberaciones sobre un nuevo y ambicioso objetivo colectivo cuantificado de financiamiento climático desde un piso de 100 mil millones de dólares por año para apoyar a los países en desarrollo, que ayude a cumplir el objetivo de la CMNUCC (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) y la implementación del Acuerdo de París.
    Se insta a hacer todo lo más pronto posible, naturalmente en la dirección y sólo en la dirección en que los inversores lo decidan, sin preguntarse demasiado qué es exactamente el “cambio climático”. Este comenzó siendo el “calentamiento global”, pero como desde el 2015 aproximadamente el aumento gradual de unas décimas de grado de un verano a otro se ha estabilizado, y además hay inviernos helados con récords de bajas temperaturas, se ha reemplazado la palabra “calentamiento global” por “cambio climático”. Esta frase tiene la ventaja de ser mucho más vaga, y puede incluir tanto el calor del verano, como las lluvias más fuertes, los aludes o los inviernos más fríos, en definitiva cualquier cosa. Claro que ya es muy difícil achacar todo eso sólo o principalmente al incremento del CO2 atmosférico (sobre todo los inviernos más fríos) pero no importa, porque ya se ha instalado la idea, y ahora se pueden abandonar como si nada los argumentos científicos con los que se la introdujo, siempre que se agite el fantasma de una catástrofe inminente.
    Realmente, como dijimos, no es más que una excusa para implementar una remodelación gradual pero rápida del sistema productivo, monetario y energético mundial, ya que de entre todas las posibles soluciones al supuesto problema, ya hay una sola ruta prefijada de antemano. Basta ver la uniformidad de compromisos adquiridos por los diferentes países en virtud del Acuerdo de París, por ejemplo el nuestro: Realización de una transición energética hacia el hidrógeno o las energías renovables; Cambio hacia patrones de consumo “sostenibles”; Economía circular (reciclaje más minucioso con la ayuda de big data); “Erradicación de la indigencia” (léase Renta Universal); Adopción de nuevas tecnologías basadas en la economía del conocimiento (digitalización) para la agricultura y la ganadería (la excusa ecológica para la adopción de esas nuevas tecnologías es que al obtener un mayor rendimiento por hectárea, se reducirían las superficies a cultivar, y podrían destinarse a bosques. Suena bonito, pero ¡sería la primera vez que un adelanto técnico no se traduce en una mayor explotación de los recursos!). (6)
  2. Reiteramos que nuestra combinación de políticas hacia la neutralidad de carbono y el cero neto debe incluir una gama completa de mecanismos fiscales, de mercado y regulatorios, incluido, según corresponda, el uso de mecanismos e incentivos de fijación de precios y sin fijación de precios del carbono, y eliminar y racionalizar, en el mediano plazo, los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles.
    Por si no quedó claro, se lo reitera: se utilizarán todos los medios posibles para obligar a los países en desarrollo, y a la misma Europa, a minar sus fuentes de energía, por ejemplo, dinamitando centrales de carbón perfectamente funcionales, o cerrando centrales nucleares (Alemania acaba de cerrar la última que tenía), aunque esto redunde en problemas energéticos. No ocurre lo mismo con China, tampoco es cuestión de parar al taller del mundo, que aunque sea “comunista” (de nombre, porque no lo es ya hace mucho) es uno de los firmes aliados de la élite globalista.

Notas
(1) O bacterias diseñadas, o nanopartículas que transporten drogas, o ADN de diseño capaz de funcionar como circuitos de una red de computación intracorporal… El rango de posibilidades es inmenso.
(2) Para un vistazo general de esa propuesta resumida en un solo lugar puede consultarse con provecho El próximo paso: La vida exponencial, folleto-libro de corte transhumanista publicado por el BBVA, especialmente el artículo de Joseph A. Paradiso, del M.I.T Media Lab, El cerebro sensorial aumentado. Cómo conectarán los humanos con el internet de las cosas, e Hiperhistoria, la aparición de los sistemas multiagente (SMA) y el diseño de una infraética, de Luciano Floridi, de la Universidad de Oxford. El libro aborda los desafíos de los nuevos cambios tecnológicos y describe el modelo del mundo futuro planeado desde las “élites” internacionales, a través de artículos de diferentes autores. Fue publicado luego de que el presidente del BBVA, Francisco González, asistiese a la reunión del Foro de Davos de 2016, donde Schwab presentó su libro La Cuarta Revolución Industrial.
Luciano Floridi llama a este período futuro de la humanidad con un término curioso que no explica: “hiperhistoria” o “salida de la historia”, una palabra con cierto resabio mesiánico que trae ecos tanto del “fin de la historia” de Fukuyama como de la sociedad sin clases y sin conflictos (“la lucha de clases es el motor de la historia”) del Manifiesto Comunista. “En la hiperhistoria hay TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), que registran, transmiten, pero sobre todo procesan datos de forma cada vez más autónoma, y las sociedades humanas dependen de ellas y de la información como recurso fundamental. El valor añadido llega cuando pasamos de relacionarnos con las TIC a depender de ellas. Ya no podemos desenchufar nuestro mundo de las TIC sin apagarlo totalmente.
(3) Algunas especulaciones teóricas sobre la energía de punto cero o energía de vacío prevén la utilización del hidrógeno como intermediario y conversor de esa energía a energía termodinámica, pero es muy probable que tal posibilidad tecnológica no sea más que una mera especulación teórica por el momento.
(4) WEF, 11/10/2021: Cómo el Marco Mundial de Biodiversidad de la ONU podría convertirse en el “Acuerdo de París para la naturaleza”. (URL: https://www.weforum.org/agenda/2021/10/global-biodiversity-framework-cop15-sustainable-food-systems/#:~:text=The%20Post-
2020%20Global%20Biodiversity%20Framework%20%28GBF%29%20is%20a,reducing%20pesticides%20and%20plastic%20waste%2
C%20and%20increasing%20investments).
(5) S. Matthew Lao: Ingeniería humana para frenar el cambio climático, en El próximo paso: La vida exponencial, de la Fundación
OpenMind del BBVA.
(6) Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la República Argentina: Segunda contribución determinada a nivel nacional de la República Argentina (diciembre de 2020)