Ya tenemos aquí la dictadura tenológica y sanitaria con su apartheid. Cada vez más países adoptan medidas de segregación contra los no vacunados, entre oleadas de protestas en algunos de ellos. Mientras la vacunación sigue y el número de muertos aumenta y lo que es más alarmante: en este contexto la FDA, agencia del medicamento de Estados Unidos, ha aprobado el chip cerebral como terapia médica. Detrás de todo se ve la mano de los “filántropos” y de los grandes fondos de inversión.
Apartheid sanitario
Francia
A la ya larga lista de lugares a los que ahora en Francia sólo se puede acceder con un pasaporte sanitario, se añaden también las playas… pero no todas.
Desde el 9 de agosto cafés, bares, restaurantes, cines, museos… El inventario de establecimientos sujetos al pasaporte de vacunas es ya bastante amplio. La nueva ley de sanidad, que obliga a presentar un pasaporte para acceder a las “actividades de ocio”, también prevé la presencia del documento para acudir a las playas privadas. Sin embargo, esta medida no se menciona directamente en el texto de la ley.
Exigir un pasaporte sanitario en una playa privada puede parecer tanto más extraño cuanto que el acceso a la playa pública sigue siendo gratuito. ¿Sólo hay virus en las playas privadas?
La diferencia de trato se explica porque los bares y restaurantes se pueden instalar en las playas privadas. Según la ley de sanidad promulgada el 5 de agosto, las actividades comerciales de restauración o los establecimientos de bebidas están sometidos al pasaporte.
Al igual que en los cines o en los pabellones deportivos, la introducción del pasaporte sanitario en las playas privadas, incluso en temporada alta, ha reducido el número de visitantes. En la playa privada de Niza, Cocoon Beach, que tomó la delantera obligando a sus clientes a presentar el pasaporte incluso antes de que la medida entrara en vigor el 9 de agosto, ya ha provocado una pérdida del 30 por ciento de la facturación.
El pasaporte sanitario, introducido inicialmente en Francia el 9 de junio para las reuniones de más de 1.000 personas, se amplió el 21 de julio a todos los lugares públicos que reciban más de 50 personas y, desde el 9 de agosto, a los cafés, restaurantes, transportes de largo recorrido y hospitales, así como a los grandes almacenes y centros comerciales de las regiones con una tasa de incidencia superior a 200 por cada 100.000 habitantes.
Un mes después de la puesta en marcha del movimiento popular contra el pasaporte provocado por el anuncio de Macron de 12 de julio, los manifestantes no parecen retroceder, sino todo lo contrario. Cada sábado, el número de manifestantes bate el récord de la concentración anterior.
Alemania
En Alemania se está frenando el ritmo de vacunaciones, mientras aumenta la oposición popular conta las vacunas, en genral, y con su obligatoriedad, en particular. El 30 por ciento de la población se niega en rotundo a vacunarse. En mayo la cifra era de sólo un 23 por ciento, por lo que la oposición ha sumado siete puntos más. A este paso será difícil que el gobierno alcancec esa tontería a la que llaman “inmunidad de rebaño”.
A medida que la vacunación fracasa, aumenta la tentación de forzar la máquína al más puro estilo hitleriano, es decir, presionando a los indecisos y haciéndoles la vida imposible, cerrándoles el acceso al ocio o sometiéndoles a tests continuos.
Lo llaman “vacunación obligatoria encubierta”, aunque la presión discreta puede desatar nuevas y más violentas protestas en la calle, como las del pasado fin de semana en Berlín, que dejó un saldo de más de 600 detenidos y un fallecido.
La estupidez de la “ultraderecha” ya no cuela. En la manifestación de Berlín las pancartas rezaban: “¡No al apartheid de la vacunación! ¡Fascismo nunca más!”.
Cerca de un 53 por ciento de la población alemana ya ha recibido sus dos dosis de vacunas, pero el gobierno busca el 70 por ciento con la pauta completa para el 21 de septiembre.
Entre los no vacunados crece el número de personas recalcitrantes que dicen que “no se vacunarán en ningún caso” y empiezan a oirse voces favorables a la obligatoriedad entre los políticos de todos los pelajes, los periodistas y los “expertos” de pacotilla.
Como en otros países, los trabajadores sanitarios son el eslabón débil de la cadena y los primeros candidatos para abrir la brecha. Detrás irán los maestros y profesores. Los sindicatos piden evitar la obligación y que, primero, se haga una oferta de vacunación a todos los trabajadores del sector sanitario.
Las recompensas y la “motivación positiva” también han fracasado. El vicecanciller y ministro de Hacienda, el socialdemócrata Olaf Scholz, participó en una iniciativa en la que a cada vacunado se le ofrecía un trozo de pan y una salchicha.
Es la política del palo y la zanahoria, un método de domesticación de toda la vida.
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