Episodios de guerra psicológica: montajes mediáticos, censuras, espionaje y manipulación

Durante el año pasado, la hipótesis de que el coronavirus podría no tener un origen “natural” sino “artificial”, es decir, fabricado o fugado del laboratorio de Wuhan, en China, fue tratada como conspiranoica y, como tal, aborrecida y censurada por los comentaristas oficiales, sobretodo por verificadores (como Maldita o Newtral), plataformas de internet (como Google) e incluso publicaciones científicas, por supuesto.

Dentro de la oficialidad sólo los medios más reaccionarios y los partidarios de Trump se atrevieron a insistir en ella.

Pero llegó Biden, un demócrata que se ha empeñado en sostener la hipótesis de la reacción, y en los primeros meses de este año todo ha cambiado. Ahora la hipótesis oficial es lo que antes era conspiranoico.

Sostener el origen “artificial” del virus ya no están tan mal visto porque sirve a la política del imperialismo. No importa que sea verdad o mentira porque el argumento es políticamente impecable: la culpa de la pandemia corresponde a China, sea esto cierto o no, sea realmente un enfrentamiento entre potencias o la pantomima de un enfrentamiento.

Ahora a los “expertos” les corresponde investigar a fondo hasta demostrar la tesis prefabricada, es decir, contratar laboratorios “prestigiosos” hasta que sean capaces de llevar sus elucubraciones hasta una revista con tragaderas para publicarlo.

Pero una maniobra de esa envergadura huele a podrido desde el principio. No es fácil de digerir, ni quiera para los científicos más vendidos. No pueden dar una pirueta de 360 grados sin que su servilismo se note demasiado.

Una revista como el British Medical Journal ya está sobre aviso y ha abierto una rueda de opiniones con los divulgadores científicos. “¿Han sido los medios víctimas de una campaña de desinfomación”, pregunta el British Medical Journal (1).

La desinformación, pues, ya no es propia sólo de los medios generalistas, sino también de los científicos. Las publicaciones científicas sólo son una continuación de las grandes cadenas de intoxicación política (como antes lo eran de la intoxicación farmacéutica), como la CNN, Der Spiegel, la BBC, el Corriere de la Sera o Sky y sus anexos, los factcheckers y las plataformas de internet.

No es algo que haya comenzado ahora, cuando han estirado demasiado la pandemia, que amenaza con reventar sus costuras. La cuestión del “orígen” del coronavirus se torció desde los primeros días, ya que “los investigadores financiados para estudiar los virus con potencial pandémico lanzaron una campaña en la que calificaban la hipótesis de la fuga del laboratorio como una teoría de la conspiración”.

Uno de los que encabezaron esa campaña fue Peter Daszak, presidente de la EcoHealth Alliance, una organización que recibió millones de dólares en subvenciones del gobierno de Estados Unidos para la investigación de los virus y la previsión de pandemias.

Pero como tantos otros tinglados siniestros, EcoHealth Alliance no es nada por sí mismo, ya que a lo largo de los años subcontrató su investigación a científicos de varios laboratorios, y encima de nula fiabilidad, de esos que declaran no tener interés económico alguno en los artículos científicos que publican.

Sin embargo, del dinero desembolsado por el gobierno de Estados Unidos, unos 600.000 dólares fueron a parar al Instituto de Virología de Wuhan.

Los “expertos” como Daszak son los matones de la ciencia moderna, los que imponen el canon y silencian a los demás. Poco después de que comenzara la pandemia, Daszak logró acallar el debate sobre la posibilidad de una fuga en el laboratorio con una declaración publicada en febrero de este año en otra revista científica, The Lancet (2). Eso siendo como mínimo biempensados y hablando de fuiga cuando no de liberación intencionada al servicio de un plan: el gran reinicio y la agenda 2030, pero no nos pongamos conspiranoicos.

Daszak decía en el artículo de the Lancet, en una carta en la que figuraba como uno de los 27 firmantes, algo que se está convirtiendo en característico de varias disciplinas científicas. “Nos unimos para condenar enérgicamente las teorías conspirativas que sugieren que el COVID-19 no se produce de forma natural”, decían los sicarios de Daszak en aquella carta.

Las hipótesis sobre el “origen” del coronavirus no son otra cosa que declaraciones políticas para implementar un plan o para poner a China – o a una de las facciones de poder de China – o a las facciones de poder opuestas al globalismo contra las cuerdas. Demuestran que la “unanimidad científica” que han aparentado desde el inicio de la pandemia es falsa, y si las peleas internas continúan, el montaje político urdido desde el año pasado se puede desplomar como un castillo de naipes.

Sin ningún lugar a dudas, este montaje se vendrá abajo tarde o temprano, pero los navajazos por debajo de la mesa pueden hacer que caiga de manera rápida y estrepitosa, dejando en ridículo al trío de políticos, periodistas y “expertos” que la ha sostenido y a los canales que les han dado voz y han censurado a quienes discrepan, en una clara muestra de guerra psicológica, como por ejemplo la infame Google.

No es ningún secreto que Google colabora regularmente con agencias de inteligencia de todo el mundo, además de hacerlo con DARPA y el Departamento de Defensa de EE.UU. Es una empresa contratista del gobierno español y ahora forma parte del diseño de la desinformación y la guerra psicológica en España.

De hecho, Google será el principal proveedor de la tecnología de geolocalización necesaria tras la reciente aprobación del Real Decreto 400/2021, de 8 de junio, por el que desarrollan las reglas de localización de los dispositivos de los usuarios y las obligaciones formales del Impuesto sobre Determinados Servicios Digitales.

En el año 2010, el director ejecutivo de Google, Eric Schmidt, creó Google Ideas, que fue definido en su día como un laboratorio de pensamiento en la intersección existente entre la tecnología y la geopolítica [sic].

Para encabezar Google Ideas, Schmidt llamó a un hombre llamado Jared Cohen, un miembro del Consejo de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos (algo así como la filial local del Club Bilderberg) que había sido asesor de demócratas y de republicanos indistintamente, ya que fue asesor de Condolezza Rice y de Hillary Clinton. De hecho, fue un partícipe clave de las operaciones de cambio de régimen bajo ambas administraciones.

Google Ideas y Cohen fueron esenciales en la operación de cambio de régimen de Ucrania de 2014 y también participaron en el derrocamiento de Hosni Mubarak en Egipto, hecho que se conoció tras las filtraciones de los correos de la agencia Strafor, la llamada «CIA privada».

Las filtraciones de los correos de Hillary Clinton revelaron que Google Ideas también participó en las operaciones de guerra psicológica en Siria, con el objetivo de derrocar al gobierno de Bashar Al Assad.

Tras estas evidencias y la mala prensa, Google Ideas pasó a llamarse Google Jigsaw en 2015, y cambió la estrategia, optando por el llamado «método de redireccionamiento«, que no es más que la manipulación de los resultados del motor de búsqueda previa elaboración de un perfil del usuario que utiliza dicho motor

Y Google tiene perfiles de usuarios en abundancia gracias a los inicios de sesión de Google centralizados: teléfonos Android, cuentas de Gmail, servicios complementarios como YouTube, incluso a niños, a través de Google Classroom, la aplicación preferida de la amplia mayoría de los colegios españoles.

El mayor caso de éxito de Jigsaw en España es el de Maldita.es y Newtral. Si usted busca información alternativa sobre un tema controvertido, y los primeros enlaces que le aparecen en Google son de estos dos medios, no es casualidad. Es la consecuencia de un perfil elaborado por el buscador a través de sus criterios de búsqueda y que le proporcionará la información «buena» que previamente ha sido analizada. De hecho la propia web de Maldita presume de esta colaboración.

Pero la planificación de Jigsaw también tiene utilidades para la Policía Nacional o la Guardia Civil. Es precisamente el objetivo del llamado Plan Estratégico Nacional de Lucha Contra la Radicalización Violenta, un plan iniciado por el gobierno del PP pero luego reforzado por el PSOE y Podemos, que apunta a «constituir un instrumento eficaz de detección temprana y neutralización de los brotes y focos de radicalismo violento», y que incluye actuaciones «preventivas» en el marco del acceso a la información, de vigilancia y de actuación de las Fuerzas de Seguridad. Es decir, que queda muy poco tiempo para que aquellas búsquedas que el Estado entienda como «peligrosas» o «extremistas», tengan como consecuencia una posible citación judicial o una visita de las autoridades a su domicilio.

Lo que implica que la mejor manera de prevenir los efectos de esta guerra psicológica es desconectarse, en la medida de lo posible, no sólo de toda la basura propagandística del sistema, en particular de los medios de comunicación, sino también de todos aquellos dispositivos que almacenan nuestros intereses: desde los teléfonos o televisiones inteligentes (y los convencionales también, mejor apagar la tele) a los vehículos con geolocalización incorporada, ya que el arma principal de esta forma de vigilancia masiva no es la intromisión, sino nuestro consentimiento.

 

Notas

(1) https://www.bmj.com/content/374/bmj.n1656

(2) https://www.thelancet.com/pdfs/journals/lancet/PIIS0140-6736(20)30418-9.pdf

 

 

Fuentes

https://mpr21.info