¿Qué nos están inoculando?: Partículas metálicas en las vacunas por imanes y detectores de metales

Hemos hablado hasta la saciedad del experimento de transgénesis que nos han colado como vacuna. Hemos escrito sobre lo que se sabe y lo mucho que se intuye y deduce analizando información de variadas fuentes de los últimos años, incluida la de los propios laboratorios y la que el propio Bill Gates compartió en una de sus manifestaciones públicas en 2019, lo que anunció como vacuna ID2020 de puntos cuánticos y chips para identificar a la población. Así de claro. Vendido, eso sí, para bien, como siempre; con el fin de favorecer a los millones de desheredados que pueblan el planeta, de los que no existe registro.

Hablando de la temida e innecesaria vacuna, el viejo y entrañable médico británico Vernon Coleman trajo a colación al inefable neurofisiólogo español José Rodríguez Delgado, que trabajó en la escuela de medicina de la Universidad de Yale, experimentando con el control remoto en la conducta de animales, mediante minúsculos electrodos colocados en los cerebros de gatos, monos e incluso toros bravos. Estas investigaciones eran financiadas por la Oficina de Inteligencia Naval (ONI). Su experimento más conocido es el del toro bravo que, en el momento de embestir, fue frenado en seco accionando a distancia un botón que tenía en su mano. Delgado declaró que esto podía ser de gran utilidad en un futuro para manipular a las masas. Controlar la conducta humana es un viejo sueño de determinados sectores de los servicios secretos de todas las naciones hegemónicas. En concreto, la CIA ha trabajado en variados proyectos y subproyectos destinados a controlar la conducta humana. La mayor parte de ellos empezaron ya en los años cincuenta y permanecieron ocultos hasta que, a mediados de los setenta, el llamado “Comité Church” del Senado de los Estados Unidos denunció que algunos científicos de la Central de Inteligencia estaban llevando a cabo horribles experimentos con drogas e hipnosis.

El caso Watergate sacó a la luz muchos asuntos turbios de la CIA, entre ellos, la experimentación ilegal con humanos. Su director a la sazón, Stansfield Turner tuvo que declarar ante el Senado sobre el programa MK-Ultra. Las experiencias consistían, entre otras aberraciones, en borrado de memoria, inserción de historias no vividas, estimulación electrónica del cerebro, bombardeos de microondas y ultrasonidos, y modificación de la conducta sexual y social. En estos proyectos también trabajó Rodríguez Delgado. ¡Un angelito!

Lamentablemente, el futuro soñado por Rodríguez Delgado es nuestro presente, con métodos mucho más sofisticados en función del avance de la tecnología. Los electrodos del toro de Delgado bien pudieran ser las nanopartículas supuestamente contenidas en las vacunas, y el botón en la mano del doctor, las frecuencias de los campos electromagnéticos, especialmente la temida red 5G, aunque la 3G y la 4G tampoco son mancas, sobre todo, cuando emiten pulsos desde satélites o alguna de las centrales del HAARP. Es decir, los humanos controlados por control remoto. Vernon Coleman habla de esto de manera muy velada para que su vídeo no sea censurado. Parece una paranoia, ¿verdad? Pues, seguramente, no tanto, a la luz de lo que estamos viendo estos días con las vacunas y su reacción a los imanes, una prueba palpable del encubrimiento que existe sobre la composición de las misteriosas vacunas COVID. Se puede decir que tenemos el cuerpo del delito.

Hace alrededor de una semana empezó a circular un vídeo de una persona con su brazo descubierto, con un imán impactado en el lugar del pinchazo de la vacuna. Era un imán pequeño, de nevera, que se fijaba a la piel en la zona de la inyección, que se caía si se cambiaba de lugar. A continuación empezó una avalancha de vídeos, procedentes de diferentes partes del mundo mostrando lo mismo. Parecía falso, los desinformadores lanzando bulos para desprestigiar a los críticos de las vacunas, un fake de los enemigos, para darle trabajo a Maldita.es y al resto de fact checking al servicio del sistema, siempre dispuestos a desmentir la verdad que pueda perjudicar a los intereses de sus jefes oscuros de las cloacas. (Por cierto, estos grupitos de verificadores –auténticos creadores de Bulos, pero con mayúscula— ya lo han tildado de bulo. Mienten).

Dos o tres días después, apareció la opinión del genetista argentino, doctor Luis Marcelo Martínez. Enseguida, Ricardo Delgado hizo su aparición urgente en la Quinta columna, acompañado del doctor José Luis Sevillano. Recordemos la lucha de este médico que trabaja en la Occitania francesa para que se investigue, desde la sanidad, la influencia nociva de los campos electromagnéticos. Él lo vivió en las propias carnes de sus pacientes enfermos. Pero, sin duda, es predicar en el desierto, y ni siquiera recibe el apoyo de sus colegas médicos, completamente entregados a los dictámenes de sus Colegios, y estos, a las consignas de la corruptísima OMS, la gran portavoz de los ideólogos de la pandemia covidiana. El abogado Fran Parejo, gran experto en los asuntos cloaquiles del Nuevo Orden Mundial también tomó parte en el programa

Sobre la reacción del imán sobre la zona del pinchazo de la vacuna se ha empezado a investigar hace dos días en varias partes del mundo, y no es mucho lo que podemos decir. Pero hay un detalle que nos ha dejado atónitos. La doctora uruguaya María José Mateo –interviniente en el programa de Ricardo en otra ocasión— hizo un experimento curioso, a la vez que aterrador: colocó en el lugar de la vacuna un apósito adhesivo para imanes, de los utilizados en acupuntura y, al cabo de un tiempo, comprobó que en el apósito aparecía un dibujo oscuro, y lo mismo en una zona alrededor del pinchazo. Es decir, ¡las nanopartículas metálicas que el imán había atraído y extraído del interior del cuerpo! Pero hay más: también se produce reacción ante aparatos de detección de ondas electromagnéticas e incluso ante los detectores de metales clásicos, como demostró Ricardo en pleno directo. ¿Qué metralla nos están inoculando? ¿Vacunas con nanopartículas? [¿Qué tiene que ver con la proteína “magneto”?] O sea, que ¡era verdad!  Las “delirantes” teorías del pasado se van haciendo realidad. Qué explicación nos van a dar, igual la tienen preparada, como una especie de “plan B”, por si acaso. ¿Quizá una respuesta para bobos como la que dieron sobre los chemtrails, después de haberlos negado durante años?

Existe información científica sobre sensores con capacidad de detectar virus y moléculas en nuestro cuerpo, y programas de control para variar nuestros parámetros endocrinos a voluntad, pudiendo incluso provocar enfermedades a distancia. Ricardo Delgado y el doctor Sevillano hicieron alusión a esto en el directo. Nanotecnología pura y dura y no precisamente al servicio de la humanidad, sino contra ella.

Eric Drexler, el científico que realizó las aportaciones más importantes a la nanotecnología molecular, en su libro Engines of creation, publicado en 1986, expone los pormenores de esta ciencia, capaz de fabricar nanomáquinas hechas de átomos, y capaces a su vez de construir ellas mismas otros componentes moleculares. Se trata de dominar la materia a nanoescala. Drexler hablaba de sus riesgos,… pero parece que ciencia y ética no tienen pensado hacer las paces.

Los peligros que auguraba Drexler los estamos sufriendo en carne propia. Todo apunta a que las fumigaciones estarían relacionadas con la destrucción de la flora natural, con la manipulación del comportamiento de las masas a través de los programas de control mental y con la modificación del ADN humano y la propagación de enfermedades. Las sustancias que esparcen desde los aviones [tóxicos como pesticidas, fertilizantes, etc, en las fumigaciones agrícolas, restos de combustible de aviones comerciales, con su queroseno quemado, metales pesados y demás, biocidas para “combatir la covid-19”, a parte de posibles sustancias desconocidas fumigadas “extraoficialmente”], además de llegar al suelo, son absorbidas por los seres humanos a través de las vías respiratorias. Se sospecha que estas partículas, cada vez más presentes en el aire, pudieran ser las causantes de algunas enfermedades, como el cáncer, las cada vez más comunes alergias y el terrible alzhéimer. Si el aluminio afecta negativamente a nuestro sistema nervioso —hablamos de un hecho probado—, relacionar el alzhéimer con las fumigaciones no parece descabellado. Esto es casi como hablar de apariciones fantasmales. La sociedad no está preparada para estas verdades. El control y la manipulación a los que estamos sometidos es tan grande, que somos incapaces de imaginar que personas cabales puedan idear semejantes planes de destrucción. ¿Cómo vamos a sospechar que nos estén fumigando? La sociedad, acostumbrada a confiar en el papá Estado no puede concebir que fumiguen con sustancias tóxicas, como tampoco imagina que una vacuna contra el tétanos pueda llevar un componente químico esterilizante; máxime si está de por medio la ONU, posiblemente la organización más corrupta del mundo.

Volviendo al tema de los imanes, se está investigando cuánto tiempo permanece el imán adherido a la zona de la vacuna, así como la naturaleza del material extraído (se sospecha que podría ser grafeno, pero no está confirmado). Otro punto importante es averiguar por qué este fenómeno no se da en todas las personas que reciben la vacuna. Es un hecho que hemos podido constatar en grupos de terapeutas, pero nos faltan datos para establecer una relación por franjas de edad o sexos.

Vivimos una etapa oscura, en la que todo parece estar en contra, puro reino de la distopía. Tal vez sea el momento más importante de la historia de la humanidad, que puede poner fin a lo que somos, para convertirnos en otra cosa y no precisamente mejor, en el ámbito físico y en el espiritual. Somos el espejo de la gran guerra que se libra en las alturas. Pero hay que resistir.

Magdalena del Amo