Los orígenes del estado profundo y los entresijos del poder en la época contemporánea

Desde los imperios de la vieja Babilonia, el poder siempre ha tratado de ocultar su verdadera cara tras la mascarada de estructuras estatales formales para seguir perpetuándose y tener un escudo de protección contra detractores y rebeldes. Históricamente varias facciones han venido disputándose dicho poder, desde el imperio babilonio o el egipcio, pasando por el fenicio-cartaginés, el romano – asociado luego al cristianismo -, sus descendientes – Bizancio, Imperio carolingio, Imperio otomano -, hasta llegar a la nobleza veneciana, luego anglo-veneciana, convertida en Imperio anglo-holandés y finalmente Imperio británico. Estas estructuras han tenido sus facciones rivales, fundamentalmente en élites regionales que querían desembarazarse de su dominio, y en pueblos que querían ser libres. Tradicionalmente, tras cada rey o emperador una camarilla de sacerdotes, militares y mercaderes ha marcado el rumbo de reinos e imperios. Es lo que se ha denominado, ya en el siglo XX, como estado profundo, o lo que Roosevelt (presidente de los EEUU en los años 30 y 40) denominó, en una versión actualizada de lo mismo, el “complejo industrial-militar”. Dichas estructuras de poder llegaron al culmen de su sofisticación y modernización en los siglos XIX-XX, estableciendo la democracia liberal como mascarada para dividir y separar a los oprimidos, a quienes sufrían su poder, y colocar a títeres ambiciosos como blanco del descontento para que nunca llegara a tocarse la esencia del poder y de quienes lo manejaban realmente, apartados de la vista pública. Generaron ideologías y religiones, históricamente, para que la gente se matara por dios o alá, por la izquierda o la derecha, por el marxismo o el liberalismo, por la dictadura o la democracia, la monarquía o la república,… pero nunca cuestionara el poder ni a quien lo manejaba realmente.

Dicho estado profundo, no es sino una parte más del estado, su motor, siendo el estado formal solamente su superestructura. Cómo ha ido evolucionando dicho estado profundo será algo a tratar en un futuro cercano, cómo se ha forjado desde la segunda revolución industrial hasta nuestros días es algo que vamos a analizar a continuación.

Convencidos de que el poder nunca cambia, sólo cambia quienes manejan los hilos, queremos presentar este análisis no para desear que el estado formal, “legítimo” se imponga al estado profundo “ilegítimo”, sino para demostrar que si solo cambian las formas pero no se elimina de raíz el fondo, seguiremos siendo lo que somos como especie: rebaño en manos de unos psicópatas que nos pastorean.

El Movimiento de la Mesa Redonda

El movimiento de la Mesa Redonda sirvió como centro intelectual de las operaciones internacionales para recuperar el control del Imperio Británico y adoptó varias encarnaciones a lo largo del siglo XX. Trabajó en tándem con el Coefficients Club, la Fabian Society y el Rhodes Trust, todos los cuales vieron cómo sus miembros entraban y salían de las filas de los demás. El historiador Carrol Quigley, de la Universidad de Georgetown, escribió sobre esta cábala en su publicación póstuma “Anglo-American Establishment”:

Esta organización ha sido capaz de ocultar su existencia con bastante éxito, y muchos de sus miembros más influyentes, satisfechos de poseer la realidad más que la apariencia del poder, son desconocidos incluso para los estudiantes cercanos de la historia británica.

Esto es aún más sorprendente cuando nos enteramos de que uno de los principales métodos de trabajo de este Grupo ha sido la propaganda.

Planeó la incursión de Jameson en 1895; provocó la Guerra de los Bóers de 1899-1902; estableció y controla el Rhodes Trust; creó la Unión Sudafricana en 1906-1910; estableció la revista sudafricana The State en 1908; fundó la revista del Imperio Británico The Round Table en 1910, que sigue siendo el portavoz del Grupo; ha sido la influencia más poderosa en All Souls, Balliol y New Colleges en Oxford durante más de una generación; ha controlado The Times durante más de cincuenta años, con la excepción de los tres años 1919-1922, dio a conocer la idea y el nombre de la “Mancomunidad Británica de Naciones” en el período 1908-1918, fue la principal influencia en la administración de guerra de Lloyd George en 1917-1919 y dominó la delegación británica en la Conferencia de Paz de 1919; Tuvo mucho que ver con la formación y la gestión de la Sociedad de Naciones y del sistema de mandatos; fundó el Real Instituto de Asuntos Internacionales en 1919 y todavía lo controla; fue una de las principales influencias en la política británica hacia Irlanda, Palestina y la India en el período 1917-1945; tuvo una influencia muy importante en la política de apaciguamiento de Alemania durante los años 1920-1940; y controló y todavía controla, en gran medida, las fuentes y la redacción de la historia de la política imperial y exterior británica desde la Guerra de los Boers. ”

Para entender el pedigrí del movimiento de la Mesa Redonda, tal y como fue desvelado “oficialmente” en 1910, como el formador ideológico de las políticas y el paradigma de la nueva “clase directiva” de los imperialistas internacionales dedicados a la salvación del Imperio Británico bajo una “Federación Imperial”, sería necesario retroceder unas décadas antes, hasta 1873-74.

1873-1902 Imperio al borde del colapso: Reorganizarse o perecer

Durante este mismo periodo, a una agrupación de intelectuales imperiales conocida como el “Club X” (fundada en 1865), centrada en Thomas Huxley, Matthew Arnold, Herbert Spencer y Joseph Hooker, se les asignó la responsabilidad de revisar las estructuras ideológicas de control del Imperio Británico que habían demostrado estar desgastadas. Cada uno de ellos se especializaría en diversas ramas de las ciencias y todos promoverían interpretaciones gradualistas del cambio para contrarrestar las explicaciones que requerían saltos creativos. Este programa se aplicó con la intención de salvar el imperio que se derrumbaba y establecer los cimientos de una nueva religión científica basada en el modelo altamente materialista de Charles Darwin de la Selección Natural como explicación de la evolución y diferenciación de nuevas especies. Como el cofundador del X Club, Herbert Spencer, llegó a elaborar el sistema de “darwinismo social” como la consecuencia lógica del sistema de Darwin en los asuntos humanos, la intención detrás de la propagación del programa darwiniano nunca fue “el liberalismo ilustrado en batalla contra los dogmas ignorantes de la religión”, como tan a menudo relatan los historiadores populares de la ciencia. Más bien, la “revolución de la ciencia” iniciada por el Club X no fue más que la reedición de una idea tan antigua como Babilonia: El control de las masas por un sistema de dominio oligárquico, simplemente bajo un nuevo tipo de dictadura científica. Pero, ¿cómo el mundo aceptaría ahora estas nuevas condiciones de esclavitud mental y política exigidas por el imperialista en una lucha de sistemas fijos (es decir, contra otras facciones del poder)?

Este era el reto en el que los jóvenes de Oxford pondrían sus energías creativas utilizando el razonamiento “científico” establecido por el Club X de Thomas Huxley y al servicio de las familias oligárquicas gobernantes de Europa. Todos los jóvenes de Oxford de esta época, estaban muy influenciado por las ideas de esta red, y las utilizaban para justificar la “inevitabilidad natural” de la hegemonía de los fuertes sobre los débiles. En este caso, la raza superior anglosajona dominando a los pueblos inferiores de la tierra.

Uno de estos jóvenes de Oxford fue Alfred Milner, un personaje que desempeñó un importante papel como catalizador de la formación del Movimiento de la Mesa Redonda. En 1876 Cecil Rhodes, dejó Oxford para hacer fortuna en una plantación de algodón en Sudáfrica. Milner y Rhodes estaban también muy influenciados por John Ruskin, el líder de la rama “artística” de la inteligencia británica dirigida por la “Sociedad Prerrafaelita”.

Las ganancias de la fortuna algodonera de Rhodes se multiplicaron muchas veces por las incursiones en la industria de los diamantes de Sudáfrica, propiciadas por la casa Rothschild, lo que le permitió ascender a alturas gigantescas de poder político y riqueza, alcanzando su punto máximo con su nombramiento como Primer Ministro de Ciudad del Cabo y Fundador de Rodesia. Los actuales cárteles mineros centrados en Londres, Rio Tinto, De Beers y Lonrho, que ahora saquean África, así como el legado del Apartheid, que ha manchado gran parte de la historia de Sudáfrica, son dos aspectos de la cicatrizante herencia que Rhodes ha transmitido a los tiempos actuales.

Entre 1876 y su nombramiento como Alto Comisionado en Sudáfrica en 1897, la trayectoria de Milner se desvió ligeramente de la de Rhodes. Milner fue contratado por la Pall Mall Gazette y se convirtió en editor asociado poco después. La función de la Gaceta se recogía en el Pall Mall Gospel, una breve declaración de intenciones que se exigía a todos sus empleados: “La Federación del Imperio Británico es la condición de su supervivencia… como Imperio debemos federarnos o perecer”. El evangelio también hacía propaganda a favor del “destino inevitable” de que Estados Unidos y Gran Bretaña “se unieran”. El papel que desempeñó el Pall Mall en la coordinación de una visión cohesiva del imperio fue el modelo que siguieron más tarde Milner y sus secuaces al dirigir las publicaciones periódicas de la Mesa Redonda. El director de la Gaceta, Stead, fue reclutado oficialmente para el gran diseño en 1889, instigado por Rhodes y su patrocinador Lord Rothschild.

Tanto Milner como Stead se habían convertido en miembros activos de la agenda establecida por Cecil Rhodes. Pero, ¿cuál era esta agenda? En una serie de siete testamentos escritos entre 1879 y 1901″, Rhodes, el racista sin disculpas, expuso sus diseños para la reconquista del mundo y el adoctrinamiento de las jóvenes élites en su diseño:

Formemos el mismo tipo de sociedad, una Iglesia para la extensión del Imperio Británico. Una sociedad que debería tener a sus miembros en cada parte del Imperio Británico trabajando con un objeto y una idea, deberíamos tener a sus miembros colocados en nuestras universidades y nuestras escuelas y deberíamos ver a la juventud inglesa pasar por sus manos, sólo uno quizás de cada mil tendría la mente y los sentimientos para tal objeto, debería ser probado en todos los sentidos, debería ser probado si es duro, poseedor de elocuencia, despreocupado de los detalles insignificantes de la vida, y si se encuentra que es así, entonces elegido y obligado por juramento a servir por el resto de su vida en su País. Entonces debería ser apoyado, si no tiene medios, por la Sociedad y enviado a la parte del Imperio donde se considere que es necesario”.

En otro testamento, Rhodes describió con más detalle su intención: “Para y por el establecimiento, la promoción y el desarrollo de una Sociedad Secreta, cuyo verdadero fin y objeto será la extensión del dominio británico por todo el mundo. La colonización por parte de los súbditos británicos de todas las tierras en las que los medios de subsistencia sean alcanzables por medio de la energía, el trabajo y la empresa y, especialmente, la ocupación por parte de los colonos británicos de todo el continente africano, Tierra Santa, el valle del Éufrates, las islas de Chipre y Candia, toda Sudamérica, las islas del Pacífico que hasta ahora no han sido poseídas por Gran Bretaña, todo el archipiélago malayo, estas tierras de China y Japón, y la recuperación definitiva de los Estados Unidos de América como parte integrante del Imperio Británico”.

Bajo este designio específico de crear un sistema de adoctrinamiento de jóvenes discípulos con talento, el sueño de Rhodes de apropiarse el mundo y reconquistar América, se estableció el Rhodes Trust a su muerte en 1902.

El modelo de la Mesa Redonda consistía en un órgano central de coordinación en Londres, con sucursales estratégicamente situadas en toda la Commonwealth, con el fin de proporcionar una visión y una voz a la joven y talentosa “clase directiva superior” del reformado Imperio Británico. Parkin, Peacock, Lord Alfred Milner, Sir Arthur Glazebrook, W.T. Stead, eran los componentes iniciales de la Mesa, a los que se añadieron Arthur Balfour y Lord Nathan Rothschild como cofiduciarios.

Trabajando en conjunto con los eugenistas de la Sociedad Fabiana de Sidney y Beatrice Webb, Balfour había fundado la primera Conferencia Internacional de Eugenesia en 1912 junto a entusiastas reclutas como el joven miembro de la Mesa Redonda Winston Churchill. El primo de Charles Darwin y fundador de la eugenesia, Sir Francis Galton, murió pocas semanas antes de poder pronunciar el discurso de apertura de la conferencia. La Sociedad Fabiana y su organización hermana “The Co-efficients Club” contaban con otros eugenistas destacados como Bertrand Russell, Halford Mackinder, H.G. Wells y George Bernard Shaw, y más tarde Harold Laski y John Maynard Keynes. Las listas de miembros de ambas organizaciones se solapaban con frecuencia.

Gran parte del trabajo sucio llevado a cabo por el movimiento original de la Mesa Redonda fue dirigido principalmente por el grupo de jóvenes de Oxford que se iniciaron en la gestión de los asuntos imperiales a las órdenes de Milner durante la supresión de la sublevación del Transvaal (Sudáfrica) en la Guerra de los Boers, entre 1899 y 1902. De este grupo de jóvenes, Philip Kerr y Lionel Curtis se encargaron de coordinar las ramas canadienses desde Londres (con Parkin y Peacock dirigiendo desde Canadá). Aunque Oxford había sido durante mucho tiempo el centro de adoctrinamiento de las jóvenes élites durante siglos, ahora, con el programa de becas Rhodes, se había iniciado un nuevo nivel de normalización. El nuevo programa ofrecía becas a jóvenes talentos principalmente en toda la familia anglosajona de naciones que Rhodes anhelaba ver reabsorbida bajo un paraguas ario. La Sociedad Fabiana había fundado la London School of Economics (LSE) con fines similares. Tanto la LSE como Oxford han trabajado mano a mano en la elaboración de agentes del cambio imperial durante todo el siglo XX.

Cada estudiante, al ser seleccionado, recibía una beca en la Universidad de Oxford, un generoso estipendio y un tratamiento de alfombra roja en las altas esferas de las redes sociales oligárquicas gobernantes, si el estudiante así lo deseaba. Cada estudiante regresaba a su país de origen inflamado por un ardiente deseo de cumplir los objetivos del Imperio Británico y avanzar en la “gestión científica de la sociedad”. Sus talentos se expresaron en cargos electos, trabajando en la administración pública, los medios de comunicación, el derecho, el sector privado o en el mundo académico. En la mayoría de los casos, estos eruditos actuaron según el método fabiano de la “teoría de la permeación”… impregnando lentamente todos los niveles de las estructuras de control de la sociedad para dar forma a la percepción y desplazar las estructuras invisibles que controlan el comportamiento de las masas, acercándolas a una lucha materialista por la supervivencia, competitividad tan propia del sistema capitalista pero no sólo. Cada año se concedía una beca a cada una de las provincias canadienses y 32 a Estados Unidos. Hasta la fecha, se han concedido aproximadamente 7.000 becas con una apertura cada vez mayor a los países no arios para servir a la agenda imperial.

El primer intento fracasa: La Unión Imperial 1911-1923

La primera encarnación de la agenda del Gobierno Mundial para acumular el poder había sido la tesis de la Unión Imperial en torno a la cual se había creado la Mesa Redonda. Esto implicaba la creación de una Federación de naciones unidas bajo un imperio, en la que los representantes de varias colonias podrían tener representantes dentro de un Parlamento Imperial, muy parecido a la estructura de la Unión Europea que encadena a las naciones bajo la Troika hoy en día. La misión obvia bajo esta estructura era la participación de los Estados Unidos gobernados por los “realistas económicos”. Bajo las estructuras parlamentarias, existe poco más que una ilusión democrática de participación y soberanía popular mientras que su naturaleza burocrática permite un control óptimo por parte de una oligarquía gobernante.

Al final de la Primera Guerra Mundial, las fuerzas dentro de la Mesa Redonda temían el fracaso de este programa, y habían resuelto dedicarse en su lugar a la doctrina de la Sociedad de Naciones, mediante la cual se podía lograr esencialmente el mismo resultado, pero con medios diferentes. Bajo este cambio de marcha, se dispuso que la Mesa Redonda fuera eliminada gradualmente en lugar de algo nuevo. Dos veteranos controladores del grupo de discípulos de Milner que se escribieron en 1931 pusieron este problema sobre la mesa e incluso propusieron una solución:

Como hermandad hemos perdido el interés por el Imperio y ya no somos competentes para ocuparnos de él. Creo, por lo tanto, que si la Mesa Redonda ha de continuar, debería cambiar definitivamente su carácter, eliminar su subtítulo y convertirse, lo que es mucho más adecuado en la actualidad, en una publicación relacionada con el Real Instituto de Asuntos Internacionales… todo el corazón y el alma del movimiento de la Mesa Redonda se está agotando y realmente no sé si representamos algo en particular hoy en día”.

Fue con este fracaso de su proyecto original en mente que el Movimiento de la Mesa Redonda comenzó una conversión en su nuevo disfraz con la creación del Instituto Real de Asuntos Internacionales (RIIA) en 1919, seguido inmediatamente después con ramas en los Estados Unidos bajo el título del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) y el Instituto Internacional del Pacífico (IPI). El CFR, impulsado por el clan Rockefeller y que aun perdura en la actualidad dirigido por este clan y por Henry Kissinger, y el IPI contaban con miembros cruzados del RIIA, el CIIA, mientras que la financiación se realizaba a través de la Fundación Rockefeller, la Fundación Carnegie y el RIIA. Aunque tenían nombres nominalmente estadounidenses, estas organizaciones y sus miembros eran totalmente británicos.

El fracaso del segundo intento: La Mesa Redonda Transformada 1923-1930

Tanto la RIIA, como el CFR y el IPI fueron financiados a través de grandes subvenciones de las fundaciones Rockefeller y Carnegie, que a su vez fueron creadas simplemente como instrumentos financieros para promover la agenda imperial británica (no olvidemos que Rockefeller, Carnegie y Morgan, ascendieron a la cúpula del poder como albaceas en Estados Unidos de la Casa de Rothschild, los contables de la corona británica y de su imperio) al mismo tiempo que el Movimiento de la Mesa Redonda se dio a conocer en 1910. Estas fueron dos de las principales fundaciones que se utilizaron para financiar las leyes de eugenesia y las premisas “científicas” basadas en la estadística que justificaban su aplicación política. Quigley documenta en sus obras el amplio apoyo financiero que estas organizaciones “filantrópicas” otorgaron a sus controladores londinenses.

La colaboración de algunos líderes de las ex-colonias británicas (canadienses, irlandeses, indios,…), muchas veces representantes de la oligarquía regional opuesta a la global, en contra de la política imperial fue clave en la derrota inicial de la Mesa Redonda en varias de estas ex-colonias del Imperio. Pero la batalla no había terminado y la Mesa Redonda seguía aspirando a implantar un gobierno mundial bajo liderazgo británico y estadounidense.

1932-1935: El New Deal estadounidense vence a la Sociedad de Naciones

Antes de que F. D. Roosevelt, representante de otra facción oligárquica del capitalismo (la partidaria del industrialismo nacionalista enraizado en la tradición norteamericana hamiltoniana continuada por el esclavista reconvertido Lincoln), llegara al poder en 1932, Estados Unidos estaba de rodillas tras cuatro años de Gran Depresión inducida a su vez por el estallido de una burbuja inmobiliaria construida artificialmente por agentes británicos de Wall Street, como el secretario del Tesoro estadounidense Andrew Mellon. Fue durante esta época de miedo y necesidad cuando la población estadounidense se mostró más crédula, aceptando en gran medida la propaganda de que la inmigración y los malos genes eran la causa de la criminalidad desenfrenada en estos dolorosos años. La gran mayoría de las leyes de esterilización aprobadas y la simpatía fascista cultivada se produjeron durante esta época de miedo.

Franklin Roosevelt aglutinaba a la población hacia su bando y trataba de resistir la injerencia británica mediante la implantación del crédito público emitido a través de la Corporación Financiera de Reconstrucción, una entidad encargada de implementar medidas contra la crisis económica y de evitar la caída en manos de Londres de la economía estadounidense.

La estrategia imperial británica era clara, someter a los gobiernos díscolos a su programa a través de la guerra o de crisis económicas. Para frenar las reacciones de las élites opuestas, las RIIA que dirigen sus redes en Canadá y sobre todo en Estados Unidos tuvieron que reajustar sus programas. La renovada fe en los poderes del gobierno de Roosevelt para llevar a cabo un cambio progresivo estaba evaporando la creencia de que el gobierno mundial era la única opción para asegurar la paz. Sin embargo, el cambio para un imperio no siempre es fácil, y después de décadas de invertir energía en su reconquista de Estados Unidos, los británicos hicieron un violento intento de aplastar a la otra facción opuesta, liderada por Roosevelt y compuesta por industriales nacionalistas de diversos países que se oponían al globalismo financiero y a la mentalidad imperial británica.

Una sorprendente revelación recorrió la prensa en 1933 con el desvelamiento público por parte del general Smedley Butler del intento, respaldado por Wall Street, de dar un golpe de Estado contra Roosevelt utilizando 500.000 legionarios. La revelación del plan del general Butler para instalarse como dictador títere fue relatada en el famoso libro de Butler War is a Racket. Este intento de golpe de estado ocurrió pocos meses después del frustrado complot para asesinar a Roosevelt (del que se dice que fue instigado por la masonería), que resultó en el asesinato del alcalde de Chicago.

Según el escritor e investigador Pierre Beaudry: “No fue una mera coincidencia que, al mismo tiempo que los británicos promovían a los nazis en Europa, en 1934, los intereses financieros sinarquistas de Lazard Freres y J.P. Morgan en Estados Unidos estuvieran organizando un golpe dictatorial fascista similar contra Franklin D. Roosevelt, utilizando las mismas agrupaciones de Veteranos de Guerras Extranjeras descontentos con operativos de la Croix de Feu francesa desplegados en Estados Unidos. Al final no lograron capturar el liderazgo del general Smedley Butler, que puso fin al complot estadounidense denunciando públicamente la conspiración como el golpe fascista que era”.

Tras haber fracasado estrepitosamente en la aplicación del fascismo agresivo en Estados Unidos, como se estaba haciendo en Europa como “solución” a los males económicos de la depresión orquestada por los agentes del Imperio Británico en Wall Street, las redes de Rhodes decidieron que la única posibilidad de derrotar a sus enemigos era mediante el viejo método fabiano de infiltración y cooptación. Se hizo todo lo posible para infiltrarse en las instituciones del New Deal a toda costa, de modo que su cooptación total pudiera producirse relativamente sin problemas a la primera oportunidad de la caída de Roosevelt del poder. Para ello, se utilizaron las teorías del eugenista John Maynard Keynes, líder de la Sociedad Fabiana, para imitar primero la forma exterior del programa de Roosevelt sin nada de su sustancia. Recuperar su programa económico para usarlo contra la facción rival.

Hay que destacar que no es que Roosevelt o la élite nacionalista fuesen amantes de la libertad ni de las clases oprimidas, sino que su nacionalismo les impulsaba a buscar lo que creían mejor para su país, que era lo que más beneficiaba a esa élite nacionalista, ni más ni menos que una independencia económica del imperio británico y una sociedad con un moderado bienestar material para su población que evitase conflictos sociales y revoluciones que pudiesen apartar a estas élites del poder. Un modelo, si se quiere, más suave que mantenía los mismos parámetros que llevan a la gente a enfermar y a estar sometida: gobierno, trabajo, supremacía científica y tecnológica, “progreso”,..

Este escenario iba a empezar a dibujar, ya en 1935, lo que iba a suponer un paso más en este enfrentamiento entre élites y que se plasmaría en la II Guerra Mundial, donde no fueron únicamente dos alianzas (la de las democracias liberales más la URSS contra los totalitarismos fascistas) entre países las que se enfrentaron, sino dos facciones capitalistas por encima de naciones y estados. Tras esta guerra, se finiquitó el antiguo acuerdo de Westfalia de 1648 que fundó el sistema de estados-nación y que paradójicamente había permitido la ascensión del poder anglo-holandés en forma de imperio (lo cual demuestra que mientras exista el estado, competirá con otros y aspirará a crear un imperio global, como ha venido sucediendo de manera contínua a lo largo de la historia) y se introdujeron los acuerdos de Bretton Woods, que iban a permitir imponer el modelo globalista basado en la reorganización del imperio británico con Estados Unidos como potencia dominante y centro de ese imperio, ahora anglo-americano. Roosevelt y su facción habían sido derrotados. La Mesa Redonda había triunfado gracias a la Sociedad fabiana y su modelo. Ahora, con el modelo Bretton Woods obsoleto y modificado varias veces (1973, 1991, 2001,…) entramos en una nueva era del enfrentamiento entre estas antiguas facciones por ejercer su dominio mundial.

La Mesa Redonda pues, es la plasmación del estado profundo moderno (que no deja de ser parte del estado, una cloaca, si se quiere, de él) y trabajó estrechamente con otro de los primeros “think tanks” llamado la Sociedad Fabiana con el fin de avanzar en una agenda que requería la destrucción del sistema de Estado-nación soberano que se había fundado en el Tratado de Westfalia de 1648. Esto quedó ejemplificado en el “discurso de Chicago” de 1999 del activo fabiano Tony Blair, cuando declaró que el mundo debía embarcarse ahora en un “orden post-Westfalia”, preparando el escenario para el 11-S y la nueva era de cambio de régimen que pronto se desató.

Marx y Smith: Dos ofensivas ideológicas imperiales

Nuestros más recientes 500 años de historia universal han sido impulsados principalmente por el temor ardiente de la oligarquía británica a la verdad aplicada de los principios de auto-organización de la humanidad en su conjunto y por su intento, al mismo tiempo, de apartar del poder a otras oligarquías que también buscaban su propio beneficio con un proyecto igualmente tiránico. Todas las innovaciones del Imperio Británico desde entonces, se han llevado a cabo específicamente con la intención de deshacer la verdad que saltos singulares, como la recuperación o el redescubrimiento de conocimientos ancestrales que fueron aplastados históricamente por el imperio romano-cristianismo y sus herederos medievales, en el potencial implican para el verdadero destino de la especie humana.

Para oscurecer la verdad y aupar al poder absoluto a la oligarquía británica (mediante la vieja estrategia de la polarización) dos programas fueron formulados por mentirosos y tontos directamente bajo la paga y el control de los principales sacerdotes del Imperio Británico. El primero fue conocido como la doctrina del libre comercio de Adam Smith, tal y como se elaboró en su Riqueza de las Naciones de 1776. La segunda fue la doctrina del comunismo de Marx, elaborada principalmente en su obra El Capital de 1867 (cuya edición fue costeada por Nathan Rothschild). La Riqueza de las Naciones fue una respuesta a la Revolución Americana, proceso que sirvió para la independencia de gran parte de las colonias británicas en América, y sirvió como marco para seguir controlando económicamente a la nueva república independiente. Se centró el el hedonismo y el individuo ególatra por encima del bien común. Por el contrario, El Capital de Marx sirvió como argumento sofístico para tratar de controlar la revolución industrial y minimizar los daños que podría generar el descontento social y la miseria que la industrialización generaba. Era un intento de canalizar ese descontento hacia el socialismo marxista (tras el fracaso que supuso el intento anterior con el socialismo utópico), ideología que entroncaba con las aspiraciones de la élite: ciencia y progreso, gobierno centralizado, banca nacional, etc… El Capital se centró en el “Bien” utilitario del conjunto a expensas del individuo.

Ambos sistemas, el de Smith y el de Marx, no sólo se basan en un empirismo radical (creencia en la validez de las impresiones de los sentidos), sino también en el corolario necesario del empirismo: que el hombre no es en esencia más que su carne material y su capacidad de adaptación a su entorno material, tanto político como físico. Así, en contra de la visión holística, el empirista, de izquierdas o de derechas, concluye que el hombre es en realidad una bestia. Los saltos creativos la mente humana libre y los conocimientos milenarios que buscan la unión del hombre y la biosfera, son asumidos por el empirista como pseudo-ciencias, meras anomalías quiméricas que deben mantenerse tan oscuras como sea posible para la masa del ganado humano.

En la época de Marx, la tesis de Darwin de la selección natural como efecto de una lucha constante por la existencia había proporcionado un nuevo combustible para la visión del mundo del imperialista y había alimentado la tesis de Marx. Después de leer El origen de las especies, Marx envió a Darwin un ejemplar firmado personalmente en 1873 e hizo dedicar una edición alemana “En profundo agradecimiento a Charles Darwin”.

Ambos sistemas también comparten la mentira común de que, dado que los principios universales son incognoscibles, la única métrica que una sociedad puede utilizar para juzgar el valor es una mezcla de “placer” y “utilidad”. De los dos, Smith fue mucho más explícito en sus escritos sobre este punto. En su Teoría de los sentimientos morales (1759), escribe:

El hambre, la sed y la pasión que une a los dos sexos, el amor al placer y el temor al dolor, nos impulsan a aplicar esos medios por sí mismos, y sin ninguna consideración de su tendencia a los fines benéficos que el gran Director de la naturaleza quiso producir con ellos.”

El fabianismo: El fascismo desde la izquierda

Es un hecho que la historia reciente ha sido moldeada por agencias, estatales y para-estatales, que operan fuera del campo general de percepción de la mayoría de la población, dejando las estructuras gubernamentales formales como meras mascaradas, pantallas que sirven para la distracción y que reciben el aplauso o el descontento mientras el núcleo de poder permanece intacto y muchas veces a salvo de la ira popular.

Como se ha documentado anteriormente, tales agencias se han expresado en forma de dos polaridades que operan desde una mente de Oxford durante los primeros años del siglo XX. Esas dos operaciones eran el Movimiento de la Mesa Redonda que atendía a los llamados anglófilos de “nueva derecha” del mundo, por un lado, y una secta de “nueva izquierda” conocida como socialistas fabianos, por el otro. A través de sus diversas manifestaciones a lo largo del siglo, ambas organizaciones han trabajado juntas para crear estructuras de pensamiento, creencias y leyes que encierran a sus víctimas en un mundo en el que se abandona la mejora creativa del hombre y la naturaleza mediada por la razón autoconsciente.

En este mundo de no cambio, no se puede evitar el hecho de los rendimientos decrecientes, ya que no pueden surgir nuevos recursos excepto los que ya están en práctica. En este sistema de escasez, el capitalismo, la necesidad de la esterilización, y el asesinato de los no aptos basado en consideraciones materiales (tanto genéticas como ambientales) se hace real, y las leyes de Malthus se vuelven hegemónicas. La hegemonía del análisis de sistemas en la actualidad se debe directamente a las redes de la Sociedad Fabiana y a los aliados del Rhodes Trust que trabajaron a través de los sistemas soviéticos y occidentales durante la Guerra Fría.

La Sociedad Fabiana fue fundada por una camarilla elitista de propagandistas darwinistas en 1884 que vieron el sistema recién publicado de Karl Marx como el vehículo perfecto para llevar la lógica de Darwin a la estructura de creencias de las masas. De hecho, todos los miembros eran racistas devotos obsesionados con el problema de convencer a la humanidad de que se sometiera a una limpieza racial según las líneas prescritas por el darwinismo social de Herbert Spencer y el campo de la eugenesia de Francis Galton, el primo de Darwin. Tanto Spencer como Galton estaban estrechamente dirigidos por el Club X de Thomas Huxley, en ese momento totalmente a cargo de la política científica imperial. El espeluznante símbolo fabiano presenta un lobo con piel de cordero.

Los miembros fundadores más destacados de la Sociedad Fabiana fueron Sidney y Beatrice Webb y George Bernard Shaw. A este grupo se unieron pronto varios influyentes aspirantes a sacerdotes del Imperio Británico, a saber, la destacada teósofa Annie Besant, el protegido de Huxley H.G. Wells, Bertrand Russell, Arthur Balfour y el fundador de la geopolítica Halford Mackinder. El nombre “fabiano” se eligió por el general romano Fabius Maximus (también conocido como “El Retrasado”), cuya fama se basa en haber vencido a Aníbal sin entrar nunca en combate directo, sino por pura resistencia y desgaste. En el documento fundacional de Fabián estaba escrito:

Hay que esperar el momento oportuno, como hizo Fabio con mucha paciencia, cuando guerreó contra Aníbal, aunque muchos censuraron sus retrasos; pero cuando llegue el momento hay que golpear con fuerza, como hizo Fabio, o su espera será vana e infructuosa”.

El programa de la sociedad fabiana se centraba en amplios programas de bienestar social, como la sanidad universal, la educación de masas y la mejora de las condiciones de trabajo, que estaban pensados para atraer a las masas privadas de derechos y reconducir su descontento. Bajo el programa fabiano, tales programas no tenían sustancia en la realidad, ya que el verdadero medio para justificar su creación estaba prohibido a priori. Es decir, la activación de la razón autoconsciente en todos los miembros de la sociedad.

Esta artimaña fue diseñada, pues, para someter la voluntad de las clases bajas a la influencia más profunda de una oligarquía gobernante mediante la promesa de un “socialismo democrático” y un ideal ingenuamente utópico del “fin de la historia”. Todo lo que las masas tienen que hacer para recibir sus golosinas, es aceptar ser gobernadas por un sacerdocio científico que gestionará sus vidas y eventualmente las matará si las considera demasiado numerosas o molestas para mantenerlas. Este sacerdocio gestionará la riqueza preexistente de la manera más conveniente para aplacar a la multitud, pero no permitirá la creación de nueva riqueza a través de la auto-organización, la creatividad, la libre asociación y la cooperación, ya que eso obligaría a cambiar los parámetros de los canales fijos del sistema que pretenden gestionar como dioses. Los controladores del socialismo fabiano no son, ni han sido nunca, “socialistas democráticos”, sino brutos darwinistas sociales. Como dijo la teósofa Annie Besant al partido del Congreso de la India:

Pero la idea general es que cada hombre debe tener el poder de acuerdo con su conocimiento y capacidad. […] Y la nota clave es la de mi Estado de hadas: De cada hombre según su capacidad; a cada hombre según sus necesidades. Un socialismo democrático, controlado por los votos de la mayoría, guiado por los números, nunca puede tener éxito; un socialismo verdaderamente aristocrático, controlado por el deber, guiado por la sabiduría, es el siguiente paso hacia arriba en la civilización.”

Bajo estos parámetros ninguna promesa de medidas de bienestar social es duradera. Cualquier limosna de este tipo desembocará necesariamente en una crisis Ponzi-piramidal que, por su propia naturaleza, forzará la lógica del triaje y, por lo tanto, el fascismo en los incautos que permitieron democráticamente su hegemonía. Todos los argumentos actuales para recortar la seguridad social, los planes de pensiones, la sanidad y la educación se derivan de esta función. El auge del ecologismo como “nueva religión post-industrial” hoy impulsado por un New Deal verde tiene una agenda de despoblación que hiela la sangre detrás de su disfraz socialista nominal.

Trabajando estrechamente con las principales figuras de Oxford, y especialmente con el Rhodes Trust, los fabianos crearon su propia escuela con la financiación de Rothschild , el patrocinador y protector de Cecil Rhodes (quien, como ya se ha dicho, había salido de la Universidad de Oxford y fue enviado por el imperio británico a Sudáfrica para supervisar las plantaciones de algodón y terminó dirigiendo una red de extracción y tráfico de diamantes, financiada por Rothschild, que le convirtió en multimillonario, en uno de los hombres más poderosos del planeta, en el presidente de Sudáfrica y en el creador de la República de Rhodesia) llamada London School of Economics (LSE) en 1895. El marco ideológico empleado por los agentes de la LSE y de Oxford siempre fue formulado por Cambridge, que hasta hoy sigue siendo el núcleo intelectual de las ideas podridas del imperio. Oxford y la LSE siguen existiendo principalmente para establecer programas que “aplican” esas ideas “puras” formuladas en Cambridge a la práctica general en interés de la oligarquía gobernante. Destacados controladores fabianos que reclutaron jóvenes talentos en la LSE fueron Bertrand Russell, H.G. Wells, John Maynard Keynes y Harold Laski.

Cinco años después de la creación de la LSE, se creó el Partido Laborista como partido político oficial fabiano. Su función era esencialmente asumir el papel de la izquierda de los liberales en la oposición al gobierno conservador, que hasta entonces habían sido los dos partidos hegemónicos en Gran Bretaña. Uno de los miembros más perversos del movimiento, el dramaturgo George Bernard Shaw, expuso el método de permeabilización que había regido el éxito fabiano para impregnar las instituciones sociopolíticas influyentes:

Nuestra propaganda es de permeabilización -instamos a nuestros miembros a unirse a las Asociaciones Liberal y Radical de su distrito, o, si lo preferían, a las Asociaciones Conservadoras-, permeamos las organizaciones de los partidos y movimos todos los hilos que pudimos tocar con la mayor habilidad y energía, y lo conseguimos tan bien que en 1888 obtuvimos la sólida ventaja de una mayoría Progresista llena de ideas que nunca habrían entrado en sus cabezas si los Fabianos no las hubieran puesto allí.”

Esto es exactamente lo que se hizo. A lo largo del siglo XX, la LSE ha condicionado a decenas de jefes de Estado, a decenas de miles de funcionarios y a varias generaciones de académicos.

Más funcionarios del gabinete de Barack Obama habían estudiado en Oxford y LSE que en sus homólogas estadounidenses Yale, Harvard o Princeton. Esta es la esencia del Estado profundo que ha tratado de derrocar a todos los que se le han opuesto, incluído recientemente Donald Trump, representante de la élite industrialista nacionalista, sucesor en cierta medida de Roosevelt y opuesto a esta élite, en una pugna por obtener el poder mundial entre estas dos facciones históricas: la global financiera unipolar partidaria del gobierno mundial y la industrial nacionalista multipolar partidaria del poder mundial compartido en regiones. Lo que ésta última ignora o quiere ignorar es que “el poder no se comparte, se ejerce” (Coronel Pedro Baños) y que lo que ellos buscan ya lo establecieron con el tratado de Westfalia en 1648 y condujo precisamente a la creación de un imperio (el británico) y una era (la del capitalismo) que se han ido reconfigurando y reorganizando para conseguir y mantener el poder hasta nuestros días. Parece ser que, si no lo remediamos, estamos condenados a ser gobernados o bien por malvados o bien por ineptos, pero siempre gobernados, al fin y al cabo.

Este método de “impregnación” funciona (haciendo una analogía con la falsa teoría microbiana de Pasteur, dogma parte de la ofensiva cultural malthusiana-darwinista de la ciencia industrial de la élite) a un “virus” que se apodera de los glóbulos blancos de una víctima. Al principio, la presencia del “virus” en el sistema es apenas perceptible, pero cuando los órganos comienzan a funcionar mal de forma inesperada, la persona irreflexiva puede optar tontamente por no buscar ayuda, sino esperar el punto inmanente en el que ha pasado el punto de no retorno. Esta infección tuvo lugar hace miles de años, y aunque la humanidad produjo estallidos de potencial dirigidos por el genio creativo a lo largo de las generaciones, la especie humana todavía no ha aprendido la lección.

Deshacerse de los grilletes

Es absolutamente necesario que ahora, incluso en esta fecha tardía, se aprendan las lecciones de los errores del pasado antes de que el resultado legal de este “virus” siga su curso y mate a su huésped. La esencia de los problemas de la humanidad no se deriva de ningún defecto de nuestra naturaleza, sino de nuestro codicioso anhelo de “progreso”, que nos aparta de lo natural y nos hace sucumbir a manos de la Autoridad. No se deben a nuestra fija “naturaleza egoísta”, ni nuestros problemas se resolverán adoptando un sistema “sostenible” científico – tecnológico bajo “Nuevos Tratos Verdes”, mucho menos volviendo al pasado o a la “vieja normalidad”. Un sistema así sólo existe en la mente delirante de un oligarca o de sus víctimas, pero no en la naturaleza. Si tal sistema se impusiera en nuestra sociedad del siglo XXI, como se impuso en los siglos pasados su opuesto, que nos ha traído hasta aquí, el resultado sería un genocidio de magnitudes mayores que cualquier cosa que Hitler pudiera haber soñado.

Así que dejemos de lado las teorías procedentes de la élite, la política, la ciencia reduccionista cartesiana e industrial del capitalismo, con la medicina a la cabeza. El camino más rápido para volver a despertar es darse cuenta de que dejar la vida en manos de otro, de que obedecer ciegamente, de que desentenderse de la naturaleza es caer por el precipicio. No existe salvador ni redentor. O dejamos de ser ganado listo para ser guiado por un pastor o acabaremos en el matadero.

 

Referencias:

John Kendle, The Round Table Movement and Imperial Union, University of Toronto Press, 1975

Carroll Quigley, The Anglo-American Establishment, Nueva York, Books in Focus, 1981 (www.archive.org/details/TheAnglo-americanEstablishment)

George Parkin, Imperial Federation: The Problem of National Unity, Macmillan and Co., Londres, 1892,.

Jeffrey Brison, Rockefeller, Carnegie and Canadá: American Philanthropy and the Arts and Letters in Canada, 2005.

A.M. McBriar, Fabian Socialism and English Politics, 1884-1918. [1962] Cambridge: Cambridge University Press

Matthew Ehret, Origins of the Deep State in North America, Canadian Patriot, 2019. (Traducción en www.mentealternativa.com)