Lo que se esconde tras los verificadores de noticias

Es muy común que cuando alguien recibe una información que cuestione el actual estado de cosas o la versión oficial de la pandemia de covid-19, no le parezca creíble y recurra a empresas como Maldita o Newtral para que se la desmonten, citando luego profusamente cómo estas empresas han demostrado el bulo. Pocas veces, sin embargo, se cuestiona lo que estas empresas, recordemos, empresas capitalistas cuyo objetivo es conseguir el máximo beneficio y contentar a su accionariado, publican.

Malcolm X dijo: “Si no tenemos cuidado los medios de comunicación harán que odiemos a los oprimidos y amemos a los opresores”.

Veamos quiénes son estos adalides de la objetividad, más bien censores, que ha llevado un paso más allá la deleznable labor de los medios de comunicación descrita tan bien por Malcolm X.

Los cofundadores de Maldita.es son Julio Montes y Clara Jiménez (toda su vida profesional ligada a La sexta). Maldita.es pertenece a factcheckeu y a The International Fact-Checking Network que es una sección de Poynter Institute, revisadores de datos por todo el mundo.

Dentro de los fundadores de esta iniciativa está para destacar:

Google News Initiative.- cuyos máximos accionistas son los megafondos de inversión Blackrock (dirigido por Larry Fink y propiedad de la Banca Rothschild), Morgan Stanley Bank, Vanguard Group y State Street (entidades vinculadas al clan de banqueros JP Morgan y al clan Rockefeller)

Open Society Foundations.- entidad “filantrópica” fundada y financiada por el magnate George Soros.

Tides Foundation .- fundación de Google.

Maldita Bulo está vinculada también a CIDOB, un think tank patrocinado por la OTAN y por el “filántropo” George Soros (a través de su Open Society Foundation) y que recibe fondos de Reino Unido a través de la Red EXPOSE, financiada por el Foreign Office británico.

Maldita afirma que se financian con las cuotas de sus cinco socios.

No publican sus fuentes financieras, tampoco sus estatutos como asociación. Su forma jurídica es la de asociación sin ánimo de lucro y cuando uno firma una “membresía” y pasa a colaborar con ellos haciéndose “maldito”, firma un contrato en blanco. No tiene derechos ni obligaciones.

Por eso cuando un maldito presenta un bulo o una mala información, los cinco socios deciden si investigan o no.

Después de decidir si un bulo se investiga o no, recogen de los malditos una o dos colaboraciones nimias, sucintas y con eso construyen su dictámen, casi por arte de magia o gracias al sesgo político y económico de su editorial. Es decir, es un ente instrumental al servicio de una determinada propaganda política.

Newtral está dirigida y fundada por Ana Pastor (ligada profesional, familiar y económicamente a La sexta) y detrás de ella nos encontramos al Washington Post, importante diario estadounidense propiedad de Amazon – empresa dirigida por el multimillonario Jeff Bezos y algunos de cuyos principales accionistas son Blackrock, Vanguard Group y Estate Street.

Newtral, a su vez, también forma parte de la red del Poynter Institute, al pertenecer también al International Fact – Checking, red internacional de revisadores de datos e informaciones. De hecho, Newtral y Maldita estuvieron a punto de fusionarse pero la desorbitante cantidad de dinero exigida por Clara Jiménez, directora de Maldita, frustró la operación.

Es reseñable que estas empresas pertenecen o tiene vínculos con conglomerados de grandes fondos de inversión (propiedad de clanes banqueros) como Blackrock, Vanguard Group o State Street, que también son algunos de los máximos accionistas no sólo de Google, Amazon, Netflix, Facebook, Apple o Microsoft, junto a la Fundación Bill y Melinda Gates, sino también de las más importantes farmacéuticas como Inovio, Novartis, Moderna, Pfizer, GSK, Curevac, AstraZeneca, Cansino o Bayer, junto, nuevamente, a la Fundación Bill y Melinda Gates. ¿Nadie ve en esto conflicto de intereses y lo que los periodistas llaman “falta de objetividad”?

Las técnicas desinformativas de estas empresas siguen punto por punto las descritas por Alan Sokal y Jean Bricmont en su libro Imposturas intelectuales (1997), referidas a la actitud de la ciencia oficial frente a quienes la cuestionan:

  1. Abuso del lenguaje: Neolengua. Se construye un relato estándar y unos neoconceptos ambiguos y arbitrarios para sacudir con ellos lo que les plazca. Así tenemos que de igual manera han fabricado conceptos como “consenso de la comunidad científica internacional” -que no existe-, o el término “pseudo-ciencia” donde pueden meter lo que quieran de forma absolutamente caprichosa.

  2. Desconocimiento elemental de la materia: Estupidez. Si hay algo evidente es que los periodistas y “expertos” no son expertos en nada pero opinan de todo, sobre todo en cuanto a las materias o terapias que critican a la ciencia y medicina oficiales o al status quo imperante se refiere.

  3. Falta de originalidad: Miseria intelectual. Es patente que cuando se dan o verifican noticias se hace desde un pensamiento único repitiendo machaconamente y hasta la nausea frases tontorronas y simplonas. Repiten y repiten los mismos mantras los medios de comunicación sin alterar una coma, sin contrastar información, sin investigar o buscar otros puntos de vista.

  4. La población como enemigo o como rebaño. Existe la intención política de “salud pública” por la que hay que proteger al estado de “individuos ignorantes, torpes y descuidados” (el individuo puede ser un peligro para el “colectivo” pues si no se vacuna puede ser fuente de enfermedades, si usa terapias puede enfermar más y ser una carga para la sanidad…). Entonces sale la banderita paternalista de políticos, científicos e informadores, para protegernos de nosotros mismos y de nuestra propia “ignorancia” para conseguir un mundo mejor, más ordenado y feliz. A cambio, el individuo debe renunciar a su libertad y debe dejarse conducir y proteger cual mostrenco. Así según nuestros salvadores, los terapeutas y médicos integrativos, por ejemplo, lo son para estafar y hacer negocio, pero no existen casos comprobados de científicos y periodistas corruptos… y así podríamos seguir con otros temas.

  5. Neociencia: Pseudoescepticismo. Han creado una neociencia -neolengua- donde el rigor científico es arbitrario y donde se prentende una evidencia científica caprichosa y asimétrica. Ellos son los siervos de una la élite y deciden cuál ha de ser el estándar científico exigible y cuáles deben ser los resultados. Es más, intervienen en la vida de la gente por una cuestión científica, como si la ciencia o el periodismo tuviesen algo que ver con las decisiones vitales y trascendentes que tomamos en nuestra vida cotidiana. Aparenta una secta o una política totalitaria más que otra cosa y los verificadores y periodistas la alientan, jalean y defienden; son su medio de propaganda.

  6. Relativismo cognitivo: positivismo político. El debate se centra en lo que “la sociedad necesita”. Para ello tenemos al bonachón político de turno que aupado al zenit de la razón por científicos, pseudoescépticos y periodistas, está dispuesto a hacer realidad su capricho a través de normas políticas -mal pensadas y peor redactadas-. El político se muestra convencido por los palmeros y mamporreros de turno de que su delirio demócrata-absolutista es justo y se embarca en la gloriosa misión de cercenar la libertad por un “bien superior”. Todo vale en la sacrosanta misión de proteger a los débiles e ignorantes ciudadanos de sus propias decisiones (menos de la decisión de voto). Todo lo que se necesita es un bolígrafo mágico con el que escribir noticias, informes científicos y normas legales.

Y estos son los ínclitos verificadores y a estos intereses responden. Así que, una modesta recomendación: cuando recibas una información duda de ella, investiga por tí mismo/a en lugar de delegar en los voceros de los amos, de aquellos que a diario te joden la vida.

 

Fuentes:

Luis de Miguel Ortega – El pseudoperiodismo mata

Cristina Martín Jiménez – La verdad de la pandemia

Maldita.es

infomag.es – Quién hay detrás de las plataformas Maldita y Newtral?