La falsa pandemia de la Covid-19 se diseñó hace varios años

 

El proceso de «información» de la pandemia que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha afectado a medio planeta sigue un proceso diseñado hace varios años para convencer a la sociedad de que se vacune contra la gripe. El plan explicaba cómo lograr que la población lo aceptara sin resistirse utilizando para ello a las instituciones internacionales, las autoridades sanitarias, los «líderes de opinión» médicos y los grandes medios de comunicación de masas a fin de que sembrasen el miedo e hicieran creíble la alarma amenazando sin el más mínimo reparo con grandes calamidades a quienes no se vacunasen. Pues bien, aquella estrategia es las que desde entonces se ha llevado a cabo cada vez que ha querido introducirse una nueva vacuna y es la misma que se utiliza con la Covid-19, «enfermedad» que se achaca al presunto coronavirus SARS-CoV-2.

A mediados del pasado mes de junio diez de los más importantes científicos y médicos italianos involucrados en la lucha contra la Covid-19 publicaron un documento titulado Sars-CoV-2 en Italia hoy y Covid-19. Hablamos de científicos de prestigio cuyas cuatro primeras firmas son las del  director de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario San Raffaele de Milán Alberto Zangrillo, el jefe del departamento de enfermedades infecciosas del Hospital General San Martino de Génova Matteo Bassetti, el director del Centro de Investigaciones Farmacológicas Mario Negri de Milán Giuseppe Remuzzi y el presidente de la Sociedad Italiana de Virología Arnaldo Caruso.  Bueno, pues según ese informe en los casos más recientes en que la PCR da positivo «la carga viral es baja o muy baja«, «hay una marcada disminución de casos con síntomas«, «el número de los que precisan ser hospitalizados es mínimo» y la pregunta que queda solo por responder es «si los pacientes asintomáticos que dan positivo pueden transmitir o no la infección«.

En España, sin embargo, se seguía amedrentando a la sociedad desde los medios de comunicación hablando de «rebrotes» en zonas localizadas, de la necesidad de fármacos y vacunas, de las multas que se imponen a todo tipo de personas por incumplir normas absurdas y sin sentido y de la posibilidad de nuevos confinamientos. Lo que el presidente del Gobierno Pedro Sánchez decidió pues es seguir al pie de la letra la estrategia que hace 16 años diseñaron los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC por sus siglas en inglés). Veamos a qué nos referimos.

El 14 de abril de 2004 el director asociado de comunicaciones de los CDC, Glen Nowak, presentó en la Cumbre Nacional de Vacunas contra la Influenza -copatrocinada por ese organismo y la Asociación Médica Estadounidense- el llamado Programa Nacional de Inmunización. Nowak llegó a aquella reunión sabiendo que el número de vacunas inoculadas en la temporada de gripe de 2003 no era el esperado -se habían puesto muchas menos de las previstas- y había honda preocupación entre las compañías farmacéuticas ya que esperaban haber facturado mucho más.

Nowak admitiría luego en la Radio Pública Nacional que los fabricantes decidieron por ello «alentar a las personas a vacunarse contra la gripe» amenazando a los CDC con dejar de fabricarlas si el número de personas que se las inoculaba no aumentaba. Así lo reconocería pocos meses después la entonces directora de los CDC, Julie Gerberding, quien decidió por eso oficialmente «incentivar la vacunación».

Se desarrollaría así el informe Planning for the 2004-05 Influenza Vaccination Season: A Communication Situation Analysis (Planificación para la temporada de vacunación de la influenza 2004-2005: análisis de la situación) que en realidad constituye una detallada guía sobre cómo manipular la voluntad de los ciudadanos haciéndoles aceptar acríticamente las decisiones tomadas por las instituciones sanitarias vinculadas estrechamente a la industria farmacéutica.

La estrategia se tituló Receta de Siete Pasos para interesar a la sociedad a vacunarse contra la gripe o contra cualquier otra enfermedad (el subrayado es nuestro) que al ser presentada se resumió en apenas 17 diapositivas. De hecho se convirtió en el protocolo a aplicar, en el referente a seguir en el futuro para todas las nuevas vacunas. Hablamos de una guía que incluye implicar en la estrategia a los médicos, a las instituciones profesionales, científicas y académicas y a las autoridades sanitarias de todo el mundo utilizando la exageración e incluso el engaño. Y realmente funcionó como bien sabemos ya que desde entonces se han desarrollado numerosas vacunas -todas tan ineficaces como iatrogénicas- que millones de personas aceptaron ponerse al confiar ingenuamente en sus obedientes médicos, en las autoridades e instituciones sanitarias y en los grandes laboratorios farmacéuticos. Buen ejemplo de ello es la vacuna contra el virus del papiloma humano, aceptada socialmente tras una abusiva y falaz campaña mediática a pesar de su inutilidad y sus muchos y graves efectos secundarios.

Nowak no tuvo el más mínimo reparo en confesar públicamente que su trabajo iba a consistir en «promover preocupación y ansiedad” entre la población en general y, muy especialmente, entre las personas que no se vacunaban de forma rutinaria contra la gripe. Y explicó que para conseguirlo iba a hacer creer a quienes no se vacunan que realmente están en riesgo de enfermar y a reforzar esa impresión creando «colectivos de mayor riesgo» que «debían» usar las vacunas poco menos que obligatoriamente. Es más, planteó que quienes se vacunasen presionasen a quienes no lo hacen alegando que no hacerlo es «egoísta». Pero veamos cuáles son estos «siete pasos».

Primer paso. Proponer vacunaciones masivas por temporadas; es decir, imponer calendarios vacunales a nivel internacional.

Segundo paso. Que las autoridades sanitarias y los médicos transmitan a la población con ayuda de los medios de comunicación que la cepa dominante de esa temporada puede dar lugar a problemas graves de salud afectando incluso a las personas sanas, sean niños, adultos o personas mayores.

Tercer paso. Instar públicamente de forma insistente a la población para que se vacune mediante campañas que generen auténtica preocupación y alarma amenazando con posibles resultados terribles a quienes no hagan caso.

Cuarto paso. Difundir ampliamente en los medios de comunicación los casos de personas enfermas graves con patologías para las que no se vacunaron a fin de amedrentar a la gente y, paralelamente, negar que enfermen de ellas personas que se vacunaron así como que las vacunas tengan efectos adversos graves. Negarlo en redondo a pesar de que aparezcan en las propias fichas técnicas. Al hablar de la gripe por ejemplo Nowak propuso utilizar año tras año expresiones sobre su virulencia como las de “esta vez es muy grave”, “es más grave que la de la temporada anterior” o “puede llegar a ser mortal”.

Quinto paso. Informar de forma periódica e insistente de que hay  cada vez más personas enfermas para fomentar la idea de que es más peligroso no vacunarse que vacunarse.

Sexto paso. Con el fin de que el amedrentamiento sea eficaz deben «escenificarse» las advertencias con fotos llamativas, especialmente de niños con pésimo aspecto y padres muy compungidos por no haberles vacunado.

Séptimo paso. Fomentar foros desde donde convencer a la población de la importancia personal y social de la vacunación para convertirla en algo absolutamente necesario a lo que nadie debería negarse porque eso sería «egoísta».

Todo esto lo planteó Nowak como estrategia para fomentar las vacunaciones contra los virus de la gripe y la idea básica era animar a la gente a vacunarse contra ella induciéndoles ansiedad y miedo. Lo indignante es que la estrategia funciona tan bien que luego se usaría para todas las vacunas. Es más, es exactamente lo que se ha hecho en el caso de la Covid-19.

LAS TÁCTICAS SE REPITEN 

Sabemos desde hace años -declararía al respecto Barbara Loe Fisher, presidenta del Centro Nacional de Información sobre Vacunas- que los CDC emplean especialistas en comportamiento y comunicaciones para infundir miedo y ansiedad en el público sobre las enfermedades infecciosas a fin de promover vacunaciones masivas con una retórica sobre los riesgos de la gripe claramente exagerada.  El público no está siendo adecuadamente informado por los funcionarios federales de salud que utilizan técnicas de propaganda engañosas para aterrorizar a las personas a fin de que hagan cola para vacunarse contra la gripe en lugar de decirles la verdad hablándoles de los riesgos reales de la gripe… y de los de la vacuna”.

Esta estrategia funciona sobre todo porque la población, en su ingenuidad, no puede creerse que los responsables sanitarios y los médicos puedan mentir exagerando los peligros de las enfermedades y la supuesta eficacia de las vacunas mientras ocultan -e incluso niegan- sus riesgos potenciales. Lo que sucede es que ignoran que todo eso no lo deciden los expertos en el tema y los miembros del colectivo médico sino quienes tienen asignado ese poder discrecional que se adorna de «cientificismo». El 99% de los demás asumen simplemente los protocolos porque se les amenaza con retirarles la licencia para ejercer si no lo hacen o se atreven a ponerlos en duda. Algo para lo que utilizan a las comisiones deontológicas de los colegios médicos, a los ministerios de Sanidad -en los que los fabricantes de vacunas han instalado a sus testaferros- y al sistema judicial, favorable por norma a todo lo que dictaminan las «autoridades» sanitarias. ¿O alguien conoce a algún juez que haya pedido a la Organización Mundial de la Salud (OMS) pruebas científicas, clínicas y médicas de lo que afirma? Nosotros, no.

El caso es que apenas nueve meses después de la presentación de Nowak el Dr. Peter Doshi publicó un artículo -nada menos que en el British Medical Journal- denunciando la política de mentiras y manipulación de los CDC titulado ¿Son las cifras de muertes por gripe en Estados Unidos una cuestión de relaciones públicas más que de ciencia? Y en él, entre otras muchas cosas, se decía: “Los datos de Estados Unidos sobre las muertes por influenza son un desastre. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) conocen bien la diferencia entre ‘muerte por gripe’ y ‘muerte asociada a gripe’ pero aún así usan ambos términos indistintamente. De hecho hay importantes contradicciones entre las estimaciones oficiales y los datos estadísticos nacionales. Y para agravar el problema asistimos a una comercialización del miedo, estrategia de comunicación de los CDC por la que expertos médicos predicen por norma ‘resultados nefastos’ en cada temporada de gripe”.

Doshi pone como ejemplo de engaño que según las estadísticas de los CDC en 2001 la influenza y la neumonía provocaron en Estados Unidos  62.034 muertes. La impresión que ese dato ofrece es que ambas patologías son muy graves pero lo cierto es que de esas 62.034 muertes 61.777 se debieron a neumonía y ¡solo 257 a la gripe! Y encima solo en 18 de esos 257 casos se identificó positivamente el virus de la influenza. Increíble manipulación. Y por si fuera poco los CDC crearon luego una categoría general que engloba las muertes por gripe y neumonía argumentando falsamente que casi todas las muertes por neumonía se debían a «complicaciones derivadas de la gripe».

Peter Doshi recordaría en su texto que William Thompson -del Programa Nacional de Inmunización (NIP) de los CDC- ya había publicado en 2003 en JAMA un artículo denunciando que la mortalidad que se achacaba a la influenza se debía a «una asociación estadística» injustificable. Doshi, terminaría su crítica al marketing utilizado por los CDC de forma rotunda: “Vincular gripe y neumonía es una decisión arbitraria. Los datos están estadísticamente sesgados. Hasta que se corrijan y desarrollen estadísticas imparciales las posibilidades de tener una discusión sólida y una política de salud pública adecuada son escasas”.

Solo unos meses después el doctor Tom Jefferson -de Colaboración Cochrane- publicó en British Medical Journal un informe titulado Vacunación contra la influenza: política versus evidencia según el cual los CDC sobreestimaban el impacto de la gripe con el único objetivo de instar a la vacunación por lo que descalificó sus conclusiones. Y encima puso en duda la eficacia de las vacunas -«La evidencia de las revisiones sistemáticas muestran que las vacunas inactivadas tienen poco o ningún efecto sobre los efectos medidos»- y su seguridad: «Existe poca evidencia comparativa sobre la seguridad de estas vacunas”. Y añadiría: “El tono optimista y seguro de las predicciones sobre la circulación viral y el impacto de las vacunas inactivadas es sorprendente porque no se corresponden con las evidencias”.

En 2013 Peter Doshi publicó en el British Medical Journal -revista de la que llegaría a ser editor- un nuevo artículo titulado Influenza. A la comercialización de la vacuna por el marketing de la enfermedad. Y en él denunció que entre los cientos de miles de muestras respiratorias analizadas en laboratorio procedentes de pacientes diagnosticados de gripe se había encontrado la presencia del virus de la influenza en un número muy pequeño. De ahí que dijera: “Incluso si se lograra una vacuna ideal hecha con las cepas de gripe salvaje circulantes en ese momento solo ayudaría a una pequeña parte porque la mayoría de las gripes diagnosticadas no  parecen tener en realidad nada que ver con la gripe. En Estados Unidos se analizan cada año cientos de miles de muestras respiratorias y de promedio solo el 16% da positivo a la influenza«.

Peter Doshi llega a decir que el arma escogida para lograr altas tasas de vacunación es “la compulsión” ya que los trabajos científicos no apoyan su uso. “Un examen detallado de las políticas de vacunación contra la influenza muestra que los estudios en los que se apoyan son a menudo de baja calidad y no corroboran las afirmaciones de los funcionarios aunque se emplee para defenderlas retórica científica. La vacuna podría ser menos beneficiosa y segura de lo que se afirma y ​​la amenaza de influenza parece exagerada».  Para Peter Doshi la comercialización de la vacuna contra la gripe impulsada por médicos y funcionarios de salud pública no es más que “puro marketing financiado por los fabricantes de vacunas”.

Y no crea el lector que esto ha pasado solo en el caso de la gripe. Sharyl Attkisson, periodista de la cadena de televisión estadounidense CBS, descubrió por ejemplo que los CDC dejaron de «contar» los muertos achacados en su día a la gripe porcina sin explicación alguna y tras recurrir a la Ley de Libertad de Acceso a la Información de Estados Unidos supo por qué: los CDC habían averiguado que casi ninguna de las muertes achacadas a ella se habían debido a virus alguno; ni al de la gripe, ni al porcino, ni a ningún otro. Según contaría luego Attkisson un alto ejecutivo de la cadena de televisión le dijo al saber lo que había descubierto que era «la historia más importante» de toda la epidemia de gripe porcina pero nada más anunciarse en la web su trabajo la presión recibida para que el reportaje no apareciera fue tal que al final ni la CBS ni ninguna cadena asociada se atrevió emitirla. Sin comentarios.

¿POR QUÉ CREERLES AHORA?  

En la revista llevamos publicados numerosos reportajes sobre las mentiras y engaños de las vacunas y hemos dado voz a muchos de los expertos que han sido silenciados en medio planeta. Afortunadamente algunos empiezan a reaccionar y a agruparse para hacerse oír. Los pasados 2 y 3 de diciembre de 2019 por ejemplo se celebró la Cumbre Mundial sobre la Seguridad de Vacunas de la OMS y durante la misma alguien grabó sin permiso un video que publicó The Highwire y se subió luego a Internet en el que aparecen algunas declaraciones profundamente inquietantes. De hecho se afirmaban cosas como éstas:

Las vacunas pueden ser fatales. La Dra Soumya Swaminathan, Científico Jefe de la OMS, reconoció durante esa cumbre que hay personas que mueren tras vacunarse, no saben por qué y «por eso cada vez hay menos confianza en el sistema». En su opinión hay auténtica «ofuscación» a la hora de defender las vacunas y puso como ejemplo el hecho de que un comité nacional de la India calificara como «casual» o «inclasificable que muriera ¡el 96% de los bebés indios a los que se le puso la vacuna pentavalente!

El diseño de los estudios dificulta la detección de problemas. Otros oradores denunciaron que tras los ensayos clínicos que se hacen para lograr la aprobación de las vacunas no hay «buena ciencia» y que es habitual ocultar los datos reales sobre su seguridad y el riesgo que conllevan. El  Dr. David C. Kaslow, Vicepresidente de Medicamentos Esenciales de la organización Essential Medicines and Head (PATH), criticó por su parte la «tiranía de los números pequeños» al referirse al hecho de que los ensayos clínicos con vacunas se hacen siempre con «muestras relativamente pequeñas«. La Dra. Marion Gruber, Directora de la Oficina de Investigación y Revisión de Vacunas de la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA) que cuenta con más de 20 años de experiencia en la revisión y aprobación de vacunas y productos biológicos relacionados, reconocería sin reservas que los ensayos clínicos previos a la obtención de la licencia de comercialización “pueden no tener la potencia suficiente”. Es decir, admitió que son demasiado pequeños para poder detectar efectos estadísticamente significativos. Y asimismo criticó que el seguimiento que se hace de los participantes en los ensayos suele ser inadecuado y se les sigue durante muy poco tiempo lo que pone en duda la seguridad real de las vacunas.

La seguridad de las vacunas no se constata de forma adecuada. El Dr. Robert Chen, que lleva 30 años en los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), diría por su parte que hoy sigue siendo «imposible» extraer información vital de las bases de datos de seguimiento de seguridad de las vacunas. Aseveración que completaría la ya citada doctora Swaminathan añadiendo: “La verdad es que en muchos países los sistemas de monitoreo de seguridad no son buenos».

Los peligrosos adyuvantes de las vacunas. Donde hubo mayor consenso fue sobre el peligro de los adyuvantes que se usan en las vacunas, algo sobre lo que hemos publicado en la revista abundante información (entre en el apartado El peligro de las vacunas de nuestra web: www.dsalud.com). Lo saben… y no lo ocultan en las reuniones a las que no tiene acceso el público. El propio coordinador de la Iniciativa de la OMS para la Investigación de Vacunas, el doctor Martin Howell Friede, comentó al respecto: “No se agregan adyuvantes a las vacunas por capricho sino porque no funcionarían sin ellos”. Es más, reconocería algo que los fabricantes y las autoridades sanitarias niegan por norma con total desfachatez: “Nuestra principal preocupación son las constantes acusaciones sobre los efectos a largo plazo de las vacunas”. Marion Gruber apostillaría entonces que la evaluación de seguridad y efectividad de los adyuvantes combinados con antígenos de vacuna es “complicada”.

En pocas palabras, los principales responsables de las vacunas reconocen en privado que dudan de su eficacia y de su seguridad y admiten que los adyuvantes que llevan son dañinos pero en público lo niegan o miran hacia otro lado cuando se les pregunta. Así que cuando alguna del más de centenar y medio de vacunas que se investigan ya para el SARS-CoV-2 salga al mercado haga de conejillo de indias. Porque le aseguramos que ni las autoridades sanitarias, ni los fabricantes de vacunas, ni los médicos o periodistas que dicen creer en ellas y las defienden van a prestarse a eso.

Antonio F. Muro

Publicado en la Revista Discovery Salud Número 240 – Septiembre 2020