Nanomundo

Artículo extraído de la revista Libres y Salvajes nº 4

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La época en la que vivimos es aquella del capitalismo tecnológico, de la alta tecnología. Todo está profundamente influenciado: desde las relaciones sociales, las ciudades, la naturaleza, hasta nuestras vidas y aquellas de cualquier otro ser vivo que vive con nosotros en este planeta. Entonces, si queremos entender este mundo y las fuerzas que lo rigen, no podemos no ocuparnos de él y no considerar los desarrollos tecnológicos con la importancia que merecen como un punto de partida fundamental. Estamos rodeados de una multitud de informaciones sobre prácticamente cada aspecto, sabemos tanto de todo que no sabemos ya de nada, y la verdad sobre el sentido de la tecnología se difumina cada vez más lejos. Es justo entre los deshechos cada vez más nocivos de este mundo caótico que tendremos que empujar nuestra búsqueda de un sentido, utilizando nuestros instrumentos analíticos no infectados por parte de quien espera otro tecno-mundo posible.

Lo que es evidente, sin necesidad de apelar a los expertos de siempre, es una destrucción y una degradación sin antecedentes del mundo natural. El ecocidio actual ya ha alcanzado y superado ampliamente la barrera de la irreversibilidad. Esto significa que los mismos elementos que hacen posible la vida en el planeta se están degradando y desapareciendo, un ecosistema más complejo en su integridad se ha convertido en una rareza.

¿Cómo podemos hoy pensar en una liberación real sin un mundo en el que vivir y que pueda sostener aquella complejidad y diversidad necesaria que siempre ha caracterizado la historia del planeta? No será posible ninguna liberación si no entendemos que el mundo natural que nos rodea es un único y frágil organismo viviente intrínsecamente ligado también a nosotros. Y si no entendemos el verdadero alcance de determinados desarrollos tecnológicos, sin esta profunda comprensión, nuestra reflexión permanecerá sólo y únicamente en lo superficial, sin la capacidad de socavar los fundamentos sobre los cuales se sustenta y avanza este sistema tecno-científico. Un sistema con la necesidad de encontrar nuevas fuentes energéticas y nuevos materiales, para hacer computadoras con una capacidad de cálculo cada vez más rápida, de renovar sectores enteros, de nuevos fármacos, de nuevas terapias genéticas: en definitiva hacer de todo para sobrevivir y renovarse.

Con las ciencias convergentes el poder entra en un nivel todavía más profundo, con el control de los procesos biológicos desde el nacimiento hasta la muerte: la convergencia de la nanotecnología que se funde con la biotecnología permite el control de la vida a través de la manipulación genética y con la neurociencia permite el control de la mente a través de la manipulación de las neuronas. El control de átomos, neuronas y genes conduce a un control absoluto sobre la mente y sobre todos los procesos de la vida de un ser vivo.

Pero la biotecnología, la nanotecnología, la neurociencia y la informática no deben considerarse sólo como un desarrollo tecnológico más: son las bases y las estructura con las cuales cada sector se está rediseñando. Y cuando éstas convergen sucede un paso sin precedentes.

Hemos visto lo que ha pasado con Internet y la informatización: una visión que ha llevado a considerar todo como información. Ahora se quiere transferir este concepto, que no debe entenderse como una metáfora vistas las implicaciones inmensas y reales sobre el mundo, a la genética.

Esta tecno-ciencia tiene un alcance aplastante porque entra en cada aspecto de nuestra vida: entra dentro de la vida de forma gradual sin que podamos casi darnos cuenta del cambio en curso. Se convierte en la normalidad con la que convivir, moldean y transforman nuestras mismas relaciones y percepciones del mundo circundante. Entran en profundidad en nuestro cotidiano no sólo porque están presentes en la casi totalidad de productos y gadgets tecnológicos, sino porque interiorizamos la idea del mundo que lo sostiene. Ahora lo normal es regatear los límites de la contaminación: una dimensión de la destrucción de lo vivo y de la propia posibilidad de resistencia.

Los arrecifes de coral de todo el mundo están cada vez más amenazados por el aumento de la temperatura y de la acidez de los mares, los investigadores están criando y seleccionando corales para crear especies con mayor posibilidad de sobrevivir en el próximo siglo frente a los cambios climáticos. Para hacer frente a la extinción de las especies no se resuelve la causa sino que se crean otras especies. La misma extinción de las especies animales, con todo lo que conlleva su irreversibilidad, para los tecno-paladines de la biodiversidad ya no representa un problema. La nueva especie, o aquello que se presume como tal, después de la salida del laboratorio sustituirá al eslabón que falta. Como del mismo modo la memoria genética de los animales en extinción ya viene almacenada en los bancos genéticos bajo el hielo… mientras no se derrita.

Están transformando un entorno natural complejo en un ambiente simple, programado, diseñado y artificial. La nanotecnología une áreas que antes estaban separadas: un átomo de carbono se encuentra en nuestro organismo como en una materia inerte. Trabajando en escala “nano” podemos unir un organismo viviente a una materia artificial.

Algunas aplicaciones son los implantes neuroelectrónicos en el cerebro de enfermos de párkinson, en personas paralizadas para controlar una extremidad artificial, para modificar el comportamiento en personas con trastornos alimentarios, en personas con depresión. Son implantes que pueden controlar y modificar el comportamiento, la percepción, el humor, nuestras sensaciones, de manera más concreta y profunda respecto a los viejos procesos bioquímicos de los psicofármacos.

Asistimos a un enorme trabajo de propaganda de estas tecnologías, no es casualidad que las aplicaciones médicas sean el punto de partida: asistimos paso a paso a la construcción de la aceptación social que pasa a través del ámbito de la salud y de la seguridad. En una sociedad donde la misma gestión del riesgo crea esa inseguridad útil para que la mayoría de las personas estén dispuestas a intercambiar parte de la propia libertad por una mayor seguridad, es fácil disimular las implicaciones menos aceptables del periodo de inserción de una innovación. Pensemos en los chip RFID (Radio Frequency Identification Device), cuya radiofrecuencia permite localizar la posición del objeto sobre el cual ha sido implantado. En un primer momento se desactivará esta función, haciéndola pasiva, de tal modo que las perso-nas estarán preparadas para aceptar ser, en un segundo momento, constantemente monitorizadas. Una creación de miedos e inseguridades para llenar estos vacíos con una tecnología que no será impuesta, sino aceptada en un contexto general de consenso de algo que no se entiende pero a lo que ya no se podrá renunciar.

No es una novedad para los animales ser tratados como mercancía atomizada referible a un número de un determinado lote. EL RFID en el campo zootécnico representa un avance importante, no sólo con consecuencias estrictamente técnicas, sino también en el mundo de las percepciones y sensaciones. El código que aparece en la pantalla indica que el animal ha entrado en el sistema, tiene el derecho de existir, esto significa que el microchip injertado en su cuerpo puede transmitir: la transformación de la complejidad propia de cada ser vivo ha sido reducida a una máquina comunicante.

Las “vacas locas” sirvieron como excusa para implantar el RFID a los animales. Etiquetados, codificados con barras, catalogados, a los animales ya se les implantaron microchips en nombre de la “seguridad alimentaria”, pero no faltará mucho para que también a los seres humanos se les implanten microchips en nombre de la “seguridad social”. La trazabilidad no señala nada más que el progreso de la industrialización, los animales creados están enfermos y los vegetales bajo influencia de pesticidas, de hormonas, son vegetales enfermos. ¿Cómo evitar las “inevitables epidemias” de los animales enfermos de granja? Poniéndole RFID. ¿Cómo evitar las inevitables contaminaciones con OGM? Haciendo que se conviertan en trazables. Ahí está el consumidor consolado en continuo contacto con el productor y gestor de la nocividad.

Ya acostumbrados a la prótesis del móvil no será difícil hacer pasar unas prótesis implantadas en nuestro cuerpo para ampliar algunas de nuestras capacidades o un microchip bajo la piel que nos comunique en nuestro móvil cuando nuestro cuerpo necesite de alguna sustancia y qué alimentos debe tomar. Sus mayores defensores empujan justo hacia esta dirección convencidos de que todo el mundo pediría por su propia voluntad un microchip bajo la piel si éste pudiera hacerle vivir más sanos y más tiempo. Así como un microchip para proteger a sus propios hijos de potenciales agresores.

El peligro para la salud de las partículas nanotecnológicas, capaces de atravesar todos los tejidos que protegen los órganos de todo ser vivo, es solo un aspecto de la nocividad de la nanotecnología. De una nocividad mucho más amplia: una nocividad ecológica, social y sistemática. Si nanotubos y fullerenos se infiltran desde la placenta hasta la barrera hematoencefálica, si plantaciones OGM contaminan el entorno circundante, si Smartdust y etiquetas de radiofrecuencia se preparan para cubrir cada espacio y nuestro propio cuerpo, en un mundo sembrado e impregnado de nocividades invisibles. El laboratorio ya no es sólo aquel espacio encerrado entre cuatro paredes, sino que desde hace tiempo se ha transformado en el mundo entero.

El “planeta inteligente” IBM es una inmensa red informática en la cual cada cosa de este mundo -animales, humanos, ambientes naturales, infraestructuras, objetos, mobiliario urbano- es un componente, interconectado y comunicante. A través de la informatización y de la digitalización total del planeta y de nuestras vidas nos hacen precipitarnos a un mundo donde cualquier posibilidad de autonomía y autodeterminación será un recuerdo.

Estos desarrollos tecnológicos no se pueden separar en sus aplicaciones. El paquete es uno: por un lado las nanoarmas, por el otro los nanoalimentos y los nanofármacos, por un lado los OGM, por el otro las terapias genéticas, por una lado el planeta inteligente de IBM, por el otro el RFID en la cadena alimentaria. Así como las semillas milagrosas, los pesticidas y la maquinaria impuesta al sur del mundo en la Revolución Verde de los años 70 no representaba solamente un avance tecnológico, sino la imposición de una precisa idea de mundo, con la consecuente destrucción de biodiversidad, autonomía, y antiguos conocimientos. Así las aplicaciones más inocuas o neutrales, también llevan una precisa idea de mundo, un poder y un control sin preceden tes: donde todo lo vivo va a ser modificado, donde lo artificial toma el lugar de lo natural.

La visión antropocéntrica ha transformado en mercancía todo ser vivo, los elementos naturales se convierten en un mero “recurso” para saquear.

En tiempos de la Green Economy el saqueo y la reconstrucción del mundo en clave artificial se ha hecho verde y ecosostenible: los destructores de ayer y de hoy están en una carrera para salvarnos de la inminente catástrofe ecológica creada por ellos mismos. Multinacionales contaminantes y tóxicas invierten en economía verde, por un lado venden sus nocividades y por otro crean soluciones para hacerles frente. Como las algas genéticamente modificadas para producir un aceite utilizado en lugar del aceite de palma responsable de la deforestación o las bacterias diseñadas para limpiar el mar de petróleo. Estas bacterias representan un avance: la creación de un organismo vivo con ADN artificial. Biología sintética mientras trabaja en microorganismos, pero bien sabemos cómo funciona la biología, se parte de los vegetales, de sus microorganismos, para después llegar a otros animales y al hombre.

El aspecto más aterrador de la artificialización continua de la vida es que se convierta en incontrolable. Justo cuando se propone corregir los desastres generados por las primeras etapas de su desarrollo, no hace más que producir otros, más variados, complejos, imprevisibles y recombinables.

Para garantizarse credibilidad y apoyo, los partidos de izquierda y los verdes con sus ecologismos diluidos y su fe en el progreso, aunque sea mortífero, reivindican el derecho a las tecnociencias para todos y todas y el eugenismo como servicio público, nueva rama de la seguridad social.

Modificar genéticamente un vegetal, modificar atómicamente la materia, en la propia modificación en sí puede considerarse implícito el dominio sobre lo vivo. Desde el monocultivo de los campos llegamos al monocultivo humano, al posthumano potenciado del transhumanismo. Desde la mazorca de maíz hasta la línea germinal humana, lo que une es el hecho de que la naturaleza es imperfecta, que el hombre es imperfecto y por lo tanto debe ser mejorado.

Según el transhumanismo estamos entrando en una fase de transición postbiológica, un pasaje donde el humano será potenciado hasta fundirse con la máquina. Antes de la máxima realización del sueño transhumanista, de la fusión del humano con la máquina, habremos interiorizado la visión que ve el humano y lo vivo en su conjunto como imperfectos con el fin de mejorar y modificar. La procreación artificial se inserta en un preciso proyecto de control, selección, modificación, homologación y domesticación de lo vivo.

En un futuro no muy lejano será definido antes como irresponsable y después como criminal traer al mundo hijos/as de forma natural. ¿Quién elegiría traer al mundo un hijo con alguna probabilidad de enfermar, quizás con algún defecto a la vista, con la incertidumbre de sus capacidades físicas e intelectuales, en suma un hijo humano, cuando el modelo será el hombre perfecto?.

Las investigaciones biotecnológicas y nanotecnológicas no se hacen sólo dentro de secretos laboratorios con altos muros y alambre de espino, únicamente hay que ir a las universidades o a los centros de investigación de algunas multinacionales como IBM. No hay una multinacional o universidad que cree la nanoarma, cada uno hace su parte, pequeña, pero fundamental en e conjunto. Una nanoarma podría tranquilamente salir de un centro médico financiada por la industria armamentística.

Estamos rodeados por un abanico de “expertos” que nos recuerda que de la tecnociencia y sobre todo de su convergencia capitaneada por la nanotecnología no es posible salir, comparando estas últimas con un tsunami. Elegir la nanotecnología significa perder el equilibrio en un mundo radicalmente diferente: el nanomundo; en el cual parece insignificante manejar ligeramente tal o cual nocividad.

Si se rechaza conceder vida propia a las máquinas, ser privados de las propias facultades, de la propia autonomía, de la propia libertad, en ventaja del control tecnológico global, se necesita rechazar el tecnomundo en su integridad, sin ningún espacio de mediación, sin aceptar sus soluciones técnicas que siempre serán un refuerzo del tecno-totalitarismo.

Un investigador de la cibernética dijo: “Habrá algunas personas implantadas, híbridos, y éstas dominarán el mundo. Las que no sean como ellas no serán más útiles que nuestras vacas que están pastando”. O también ”Las personas que decidan quedarse humanas y rechacen mejorarse tendrán una seria desventaja. Constituirán una subespecie y serán los chimpacés del futuro”.

Pensar en la posibilidad de elegir o escoger es una utopía en el paradigma tecnológico.

Este nuevo tecno-totalitarismo se presta a dejar a mucha gente en la calle, no hay necesidad de exterminar, habrá personas que serán borradas porque serán inferiores. Serán inferiores y entonces condenadas a desaparecer, socialmente estamos frente a una censura aceptada, a una fractura aceptada.

Es seguramente fundamental hacer una crítica radical a estos desarrollos sin pararse en los aspectos superficiales de éstos, en los inmediatamente predecibles y descriptibles, yendo más allá, buscando las variadas interconexiones.

Nunca será posible empezar a desarrollar algún recorrido de lucha si las ideas de base no son claras y si no ha habido una profundización sobre lo que representan estas nuevas tecnologías.

Por otro lado existe un aparato de propaganda incontrastable en el mismo plano, pero no es lo que queremos hacer: lo que nos interesa es crear pensamiento crítico que vaya a socavar las fortalezas del nuevo dominio que hace de la tecnología y de la ciencia su propio brazo armado.

Se prepara un mundo cada vez más tecnológico donde a las necesidades ecológicas y sociales se contesta siempre y únicamente con soluciones tecnológicas.

Hacer visible esta contradicción y hacerla insoportable para aquellos que han sido excluidos inexorablemente como material inerte y desechado, podría dar posibilidad para alimentar un nuevo espíritu de resistencia.

Costantino Ragusa

Madrid, Mayo 2017.