Causa de muerte: civilización

Sesenta y cinco mil seiscientos cincuenta y dos. En el momento de escribir este artículo, John Hopkins informa este número de muertos por coronavirus [el número oficial de muertos ahora es superior a 100.000].

Me resulta extraño la forma en que contamos estas muertes. Me gustaría contarlos de manera diferente. Me gustaría usar la ciencia, aunque los científicos no lo hagan. A veces no importa cómo se cuenten las cosas, pero este número en particular, o más bien su tasa de crecimiento, nos ha hecho perder nuestro derecho constitucional a reunirnos. Un tercio de la población mundial está bloqueada y, sin duda, habrá más por venir, y temo por el sufrimiento que resulta de estas restricciones.

Así que quizás deberíamos comprobar nuestros números.

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Trilogía de la covid-19

Máximo Sandín

http://somosbacteriasyvirus.com/

Interesantísimo documento que explica cómo funcionan los virus y por qué el SARS-CoV2 es un virus de laboratorio.

Cinco mil años después, algunos biólogos, como el reputado Máximo Sandín, reafirman y demuestran lo que la Medicina Tradicional China y las Medicinas Naturales vienen afirmando. Que un científico tenga que criticar y refutar la propia ciencia nos dice mucho de cómo es ésta. Y que tengamos que hacer caso a un biólogo nos dice mucho de cómo es la población.

En este interesante documento, Sandín nos demuestra cómo la covid-19 es una enfermedad de laboratorio, y cómo la complicidad de los Estados y el capitalismo es evidente. Pero eso ya lo sabíamos ¿o no?

covid19

No queríamos ni el telégrafo, con que la 5G…

En su obra titulada Historia de la comunicación moderna: espacio público y vida privada, Patrice Flichy recuerda que fue durante el siglo XIX “cuando nacieron las máquinas que siguen siendo la base de nuestros sistemas de comunicación: el telégrafo y luego el teléfono, fotografía, discos, cine, radio”. Así, “las técnicas contemporáneas (televisión por satélite o teléfonos móviles, por ejemplo) no pueden estudiarse sin encuadrarse en este linaje histórico”.

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Definición de civilización

Aric McBay

Original en inglés en https://dgrnewsservice.org/civilization/repression/civilization-definition/

Cuando algunas personas escuchan que queremos “acabar con la civilización”, inicialmente responden negativamente, debido a sus asociaciones positivas con la palabra “civilización”. Esta pieza es un intento de aclarar, definir y describir lo que quiero decir con “civilización”.

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Civilizados hasta la muerte

¡Qué ingratitud! Tengo empastes en los dientes, cerveza artesanal en el refrigerador y todo un mundo de música en mi bolsillo. Conduzco un automóvil japonés con control de crucero, dirección asistida y bolsas de aire para protegerme en caso de accidente. Uso lentes alemanes para humedecer el sol de California y escribo estas palabras en una computadora más delgada y liviana que el libro resultante. Disfruto de la compañía de amigos que habría perdido si no se hubieran salvado con una cirugía, y durante diecisiete años la sangre de mi padre se ha filtrado a través del hígado de un hombre llamado Chuck Zoerner, murió en 2002. Tengo todas las razones del mundo para valorar las muchas maravillas de la civilización. Y todavía.

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El tiempo y la máquina

El tiempo y la máquina

Aldous Huxley

El tiempo tal como lo conocemos ahora es invención muy reciente. El sentido moderno del tiempo es apenas anterior a los Estados Unidos. Es un subproducto del industrialismo, análogo en lo psicológico a los perfumes sintéticos y a las tinturas de anilina.

El tiempo es nuestro tirano. Tenemos conciencia crónica del correr del minutero y aun del correr del segundero. Es forzoso. Hay trenes que tomar, relojes que registran la entrada al trabajo, tareas que debemos ejecutar a plazo fijo, récords que hemos de superar por fracciones de segundo, máquinas que indican la velocidad a que debe realizarse el trabajo. Nuestra conciencia de las más pequeñas unidades de tiempo es ahora aguda. Para nosotros, por ejemplo, el momento 8.17 significa algo —algo muy importante si por casualidad es el momento de partida de nuestro tren diario. Para nuestros antepasados un instante tan raro y singular no tenía sentido, no existía siguiera. Al inventar la locomotora, Watt y Stephenson fueron coinventores del tiempo.

Otra entidad que acentúa la importancia del tiempo es la fábrica y su dependencia la oficina. Las fábricas existen para confeccionar cierta cantidad de productos en determinado tiempo. El artesano antiguo trabajaba a su antojo; de ahí que los clientes por lo general tenían que aguardar los productos que le habían encargado. La fábrica es una invención trazada para que los obreros se den prisa. La máquina cumple tantas revoluciones por minuto, hay que hacer tantos movimientos y producir tantas piezas por hora. Resultado: el obrero de fábrica (y lo mismo se aplica mutatis mutandis al empleado de oficina) se ve forzado a conocer el tiempo en sus menores fracciones. En la época del trabajo manual no existía tal obligación de tener en cuenta los minutos y segundos.

Nuestra conciencia del tiempo ha llegado a tal colmo de intensidad que padecemos vivamente siempre que nuestros viajes nos llevan a algún rincón del mundo donde la gente no tiene interés en los minutos y segundos. La falta de puntualidad del Oriente, por ejemplo, es atroz para los recién llegados de un país con horas de comer fijas y servicios regulares de trenes. Para un norteamericano o un inglés moderno esperar es una tortura psicológica. Un hindú acoge las horas de vació con resignación y hasta con satisfacción. No ha perdido el arte sutil de no hacer nada. Nuestra idea del tiempo como colección de minutos cada uno de los cuales debe llenarse con alguna ocupación o entretenimiento es del todo ajena al oriental, precisamente como fue ajena al griego. Para el hombre que vive en un mundo preindustrial el tiempo se mueve con paso lento y holgado; no tiene la preocupación del minuto por la sencilla razón de que no le han forzado a tener conciencia de la existencia de los minutos.

Lo cual nos lleva a una aparente paradoja. Vivamente penetrado de las más pequeñas partículas que constituyen el tiempo –del tiempo tal como lo miden los engranajes del reloj, la llegada de los trenes y las revoluciones de las máquinas—el hombre industrializado ha perdido en gran parte el antiguo sentido del tiempo en sus divisiones mayores. El tiempo que conocemos es artificial, hecho a máquina. En general casi no tenemos en absoluto conciencia del tiempo natural, cósmico, medido por el sol y la luna, los hombres pre-industriales conocen el tiempo en su ritmo de días, de meses y estaciones. Perciben la salida del sol, el mediodía y el crepúsculo; la luna llena y la nueva; el equinoccio y el solsticio; la primavera y el verano, el otoño y el invierno. Todas las viejas religiones, incluso el catolicismo, han insistido en tal ritmo de días y estaciones. Al hombre pre-industrial nunca le fue posible olvidar el majestuoso movimiento del tiempo cósmico.

El industrialismo y el urbanismo lo cambiaron todo. Podemos vivir y trabajar en una ciudad sin darnos cuenta del paso del sol por el cielo, sin ver nunca la luna ni las estrellas. Broadway y Piccadilly son nuestra Vía Láctea; nuestras constelaciones están dibujadas con tubos de neón. Hasta los cambios de estación afectan muy poco al habitante de la ciudad, poblador de un universo artificial y rodeado en casi toda su extensión de muros que lo separan del mundo de la naturaleza. Fuera el tiempo es cósmico, marcha con la trayectoria del sol y de las estrellas. Dentro, es cuestión de ruedas en movimiento y se mide en segundos y minutos –a lo sumo en días de ocho horas y semanas de seis días. Tenemos una nueva conciencia pero la adquirimos a expensas de la antigua.

Contra la civilización

La palabra civilización apareció tardíamente, primero en el vocabulario francés, y luego adoptada por las principales lenguas europeas: civilization en inglés, zivilisation en alemán, civilizazzione en italiano, civilización en español, etc. Muy a menudo, su aparición se asocia con el texto L’Ami des hommes, publicado en 1756, en el que la palabra “civilización” es utilizada dos veces por el marqués de Mirabeau, sin que realmente se especifique su significado: “Religión es sin duda el primer y más útil freno de la humanidad: es el primer manantial de la civilización; nos predica y nos recuerda constantemente la cofradía, nos ablanda el corazón.” Mirabeau definió el término en 1766 en L’Amy des Femmes o Tratado de Civilización:

“La civilización de un pueblo es el ablandamiento de sus modales, la urbanidad, la cortesía y el conocimiento difundido de tal manera que allí se observa el decoro y reemplaza las leyes del detalle […]. La civilización no hace nada por la sociedad si no le da la sustancia y la forma de la virtud. Es del seno de sociedades ablandadas por todos estos ingredientes que acabamos de mencionar que nació la concepción de humanidad. ”

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Contra la Sociedad de Masas

 

La anarquía es un estado de existencia libre de autoridad coercitiva, en el que se estaría en libertad de determinar la propia vida cada un@ elija, a imagen de sus propias necesidades, valores y deseos individuales, sin permitir sin embargo que su campo de acción abarque la vida de otr@s que no lo hayan elegido así.

Un mundo no-autoritario conllevaría libertad de asociación, por lo tanto es incompatible con la monarquía, la oligarquía o la democracia. Much@s de quienes se llaman a si mism@s “anarquistas”, aunque afirman no negar la importancia de la asociación libre, luchan por una sociedad más democrática donde las entidades corporativas y estatales sean reemplazadas por municipalidades controladas por la comunidad, federaciones industriales controladas por l@s trabajador@s, y así sucesivamente. Quienes desean vivir libremente según su propia voluntad tienen razones para sentirse amenazad@s por todas las organizaciones a gran escala, porque son tanto imperialistas como jerárquicas, aunque pretendan ser o denominarse “democráticas” (como si la subordinación del individuo a la mayoría fuera algo deseable).
 
L@s human@s son sociables por naturaleza – poc@s desean vivir sol@s como ermitañ@s (aunque la libertad de vivir como tal no se puede negar). Sin embargo, l@s human@s son también selectivamente sociables – no simpatizan con todo el mundo, y sería una opresión esperar que fuera así. De forma natural, la gente establece relaciones con otr@s con l@s que se identifican por compañía y apoyo mutuo. Tal ha sido el caso a lo largo de la historia humana. Sólo en la historia reciente la gente ha entrado en organizaciones de masas compuestas por miembros que no necesariamente se conocen o gustan un@s a otr@s. Tales organizaciones no se han formado a causa de su necesidad para la supervivencia. Durante más del 99% de la historia humana, la gente disfrutaba de asociaciones cara-a-cara dentro de acuerdos de familia extendida, y algunas culturas continúan haciéndolo. Aquell@s incapaces de llevarse bien en su grupo o tribu son libres para buscar compañía en otra parte o para vivir sol@s. Este modo de asociación funciona bien – l@s miembr@s de sociedades autosuficientes en pequeña escala pasan habitualmente de 2 a 4 horas al día ocupad@s en actividades de subsistencia. Aunque ocasionalmente pasen hambre, habitualmente comen en abundancia, y disfrutan de un tiempo de ocio mucho más amplio que aquell@s que viven en sociedades de masas. Las culturas indígenas que aún permanecen intactas hoy en día prefieren su modo tradicional de vida, y muchas están actualmente protagonizando una impresionante resistencia política contra las corporaciones y gobiernos que quieren forzarlas a formar parte de la sociedad de masas para que su tierra y trabajo puedan ser explotados. La gente raramente entra en organizaciones de masas sin ser forzada, ya que roban su autonomía e independencia.
 
El surgimiento de la civilización se basó en la producción masiva obligatoria. Cuando ciertas sociedades comenzaron a valorar la productividad agrícola sobre todo lo demás, sometieron forzosamente a todas las formas de vida dentro de la extensión de sus ciudades para ese propósito. Las comunidades de gente que deseaban cazar, pescar, forrajear, cultivar huertos o pastorear en la tierra para propósitos de subsistencia serían masacrad@s despiadadamente o esclavizad@s, y los ecosistemas que habitaban fueron convertidos en tierras de cultivo para alimentar a las ciudades. Sólo aquell@s que estaban dedicad@s por completo en el cultivo y en la producción animal fueron permitidos en los campos circundantes. L@s que vivían dentro de las ciudades eran prisioner@s, mercaderes, u oficiales públicos ocupad@s en tareas administrativas y de control social. La organización social ha pasado a ser más compleja, avanzada tecnológicamente y amplia en su alcance a través de los siglos desde el inicio de la civilización en el “Creciente Fértil” (1) de Oriente próximo. Sin embargo, la vida no humana todavía es sacrificada y eliminada para el uso humano (y cada vez a una mayor velocidad), y l@s human@s todavía son forzad@s a vivir como los sirvientes de su cultura y sus instituciones dominantes como un requisito para la existencia. La supervivencia por medios directos está prohibida – para habitar una tierra, un@ debe pagar continuamente un alquiler o una hipoteca, lo que requiere la dedicación para alcanzar una posición económica en la sociedad, dejando insuficiente tiempo restante para la caza o el cultivo (y mucho menos tiempo de ocio para acompañarlo). La educación pública contribuye a garantizar que poca gente sea capaz de aprender a sobrevivir con independencia de la economía.
 
El capitalismo es la actual manifestación dominante de la civilización. La economía bajo el capitalismo está en gran medida dirigida por organizaciones que cuentan con la aprobación del estado llamadas corporaciones, que poseen el mismo status legal que l@s individuos, limitando y protegiendo así la responsabilidad de sus participantes. Las corporaciones existen con el propósito de beneficiar a l@s accionistas – l@s emplead@s por las corporaciones son legalmente requerid@s para perseguir el beneficio por encima de todas las demás posibles preocupaciones (p. ej., la sostenibilidad ecológica, la seguridad laboral, la salud de la comunidad, etc.), y pueden ser despedid@s, demandad@s, o sancionad@s si hacen lo contrario. El capitalismo deja muy poco espacio para que la vida no-humana florezca de un modo no servil (esto es, en ecosistemas salvajes, en lugar de en establos, jaulas de batería o plantas madereras), y casi ningún lugar para l@s individu@s que no quieren gastar sus vidas trabajando sin parar para la innecesaria e interminable producción de mercancías. La mayoría de la gente pasa casi todo su tiempo ocupad@s en un trabajo sin sentido, monótono, reglamentado y a menudo dañino física y mentalmente, para pagar sus facturas, o a causa de una absoluta necesidad financiera, o porque no saben que podría haber otro camino. Debido a la idiotización, alineación e impotencia que tanta gente experimente durante el curso de sus vidas cotidianas, nuestra cultura muestra unos altos índices de depresión, enfermedad mental, suicidio, adicción a las drogas, y relaciones disfuncionales y basadas en el abuso, junto con numerosos modos indirectos de existencia (p. ej., televisión, películas, pornografía, video-juegos, etc).
 
La Civilización fue el génesis del autoritarismo sistémico, la servidumbre obligatoria y el aislamiento social, no el capitalismo per se. En el contexto de esta perspectiva, l@s divers@s socialistas, comunistas, y el amplio surtido de anarco-izquierdistas (sindicalistas, ecologistas sociales, etc) que pretenden abolir el capitalismo sin atacar la civilización en su conjunto son simplemente reformistas. La complejidad social que es la civilización se hace posible por la coerción institucionalizada. Los grupos políticos antes mencionados no desean acabar con la coerción, sino democratizarla – esto es, extender la participación popular a su aplicación.
 
Aparte de los repulsivo de animar a la gente a participar en actos opresivos, hay que señalar que la democracia directa es un ficción dentro del contexto de la sociedad de masas. En una asociación que se expande a una escala mayor de la que es posible para las relaciones cara a cara de sus participantes, la delegación de responsabilidades en representantes y especialistas se convierte en necesaria para que se lleven a cabo los fines de la asociación. Incluso si el consenso o el voto de la mayoría determina a quien se elige para participar en la toma de decisiones o las responsabilidades administrativas, l@s elegid@s nunca están por completo bajo el control del electorado cuando actúan cumpliendo con sus deberes. Un mandato estricto sobre las decisiones o el comportamiento de l@s delegad@s o especialistas implica la supervisión constante por el conjunto del grupo, lo que frustraría el propósito de una división del trabajo. El poder volver a llamar de forma inmediata a est@s delegad@s también depende de la posibilidad de tal control. Adicionalmente, l@s delegad@s elegid@s reciben más tiempo y recursos para preparar y presentar sus visiones y argumentos que una persona corriente, que les proporcionan por lo tanto una gran ventaja para ser capaces de salirse con la suya por medio de la manipulación propagandística y el engaño. Incluso si el grupo en su conjunto determina todas las políticas y gestiones (lo cual es de por si imposible cuando se requiere conocimiento especializado), y a l@s delegad@s solo se les asignan los deberes de hacerlas cumplir, todavía podrán actuar según su propia voluntad cuando no estén de acuerdo con las normas y estén segur@s de poder escapar al castigo por ignorarlas. La democracia es necesariamente representativa, no directa, cuando se practica a gran escala – y la democracia representativa es precisamente el tipo de sistema político practicado actualmente. La abolición de la jerarquía requiere el destronamiento permanente de gobernant@s y jefes, ya sean elegid@s o no, y por lo tanto también requiere que se rechace la sociedad de masas.
 
Dado que las organizaciones de masas valoran la producción más que la autonomía personal o comunitaria, son necesariamente imperialistas en su alcance, destruyendo o esclavizando toda la vida que se encuentre en su camino. Sin embargo, la producción no es un valor irrelevante u opcional del que la sociedad de masas pueda prescindir mientras continúa existiendo. Si las ciudades no son auto-suficientes en la producción de su propia comida, se apoderarán de las áreas circundantes para uso agrícola, volviéndolas inhóspitas tanto para los ecosistemas no-humanos como para las comunidades humanas auto-suficientes. Este área se expandirá en relación a cualquier incremento de la población o la especialización del trabajo que experimente la ciudad. Se podría argumentar que la producción industrial se podría mantener, mientras que al mismo tiempo se la haga disminuir considerablemente, dejando a los ecosistemas y a los pueblos no-industriales algún espacio para coexistir. En primer lugar, esta propuesta invita a preguntarse porqué la civilización industrial debería tener prioridad sobre las otras formas de vida, permitiéndose dictaminar a quienes no participan en ella a cuanto espacio exactamente tienen derecho. Es también cuestionable si es incluso posible para una sociedad alcanzar un “equilibrio” entre la opulencia de la alta tecnología y la sostenibilidad ecológica sin privar del derecho a participar en la toma de decisiones a grandes sectores de la población activa o empleando un detallado esquema de planificación social autoritario.
 
La complejidad estructural y la jerarquía de la civilización deben ser rechazadas, junto con el imperialismo político y ecológico que propaga a través del planeta. No es posible para l@s seis billones de habitantes actuales del planeta sobrevivir como cazador@s-recolector@s, pero es posible para aquell@s que no pueden cultivar su propia comida en espacios sensiblemente más pequeños (comparados con el tamaño de los agotados y envenenados campos de las agro-industrias de hoy), como se ha demostrado por la permacultura, la jardinería orgánica, y las técnicas de horticultura indígenas. Se requieren aparatos de gestión e instituciones de control social para administrar la producción e intercambio de mercancías dentro de una economía basada en la división del trabajo, pero no son necesarios cuando los individuos y pequeñas comunidades toman el control de sus propios medios de vida. El rol de la jerarquía y la reglamentación solo desaparecerá cuando la gente comience a de nuevo a encargarse de sus necesidades directamente mediante una relación inmediata con la tierra. El entorno vivo sólo se preservará y restituirá a su vibrante estado natural una vez que se desmantelen los instrumentos de la producción masiva. La anarquía y la autonomía sólo se desarrollarán una vez que la gente aprenda de nuevo a sobrevivir independientemente del cáncer que es la civilización industrial, y finalmente lo destruyan.
 


(1) Término popularizado por el orientalista norteamericano James Henry Breasted (1865-1935) que hace referencia al área de Oriente Medio de donde son originarias las civilizaciones de esa zona y de la Cuenca Mediterránea [n.d.t.]  
 
Chris Wilson

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Contra el gobierno de los sabios

Mijail Bakunin

https://www.theyliewedie.org/ressources/biblio/es/Bakunin_Mijail_-_Escritos_de_Filosofia_Politica_I.html

Las tendencias autoritarias de los científicos

Aunque podemos estar casi seguros de que ningún científico intentará tratar actualmente a un hombre como trata a los conejos, nos sigue quedando el miedo de que los científicos como corporación, podrían, si se les permitiera, someter a los hombres a experimentos científicos, indudablemente menos crueles, pero no menos desastrosos para sus víctimas humanas. Si los científicos no pueden realizar experimentos sobre los cuerpos de los individuos, estarán ansiosos de realizarlos sobre el cuerpo colectivo, y esto es lo que debe evitarse por todos los medios.

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La invención de la ciencia

Si queremos definir la ciencia, creo que perdimos. Porque la ciencia es un compromiso que une cosas no relacionadas. Si uno lee los escritos del siglo XIX y lo que se dice sobre ellos hoy, hay dos ideas muy contradictorias en la idea de ciencia. Existe tanto la idea de que la ciencia es neutral, objetiva y al mismo tiempo el hecho de que es la ciencia la que transforma y produce el mundo. La ciencia no puede pretender no prometer nada a nadie y prometer la transformación del mundo mientras sigue afirmando ser responsable de nada. Esta contradicción en la base de la ciencia, históricamente su definición, es producto de un compromiso social y político. Y este compromiso es contradictorio, porque las fuerzas sociales estaban, hasta cierto punto, enfrentadas.

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